
764. Cómo planificar el nuevo año como guionista
31/12/2025 | 21 min
El artículo 764. Cómo planificar el nuevo año como guionista se publicó primero en Academia Guiones y guionistas. Enero es ese momento en el que todos juramos que “este año sí”… y febrero aparece con un extintor. En este episodio te propongo algo mucho más útil que la motivación: un sistema sencillo para planificar tu año como guionista en pocos pasos, definir tres metas claras, elegir tu proyecto ancla y montar un plan de 90 días con acciones semanales (incluido un “mínimo viable” para cuando la vida se ponga en modo thriller). Sigue escuchando, coge una nota y en 15 minutos sales con rumbo, foco y un calendario realista. Como te dije la semana pasada, los miembros de la Academia ya tenéis disponible una masterclass nueva, Cómo planear mi año como guionista. Porque la clave para cumplir objetivos no es tener más ganas, sino tener una buena planificación: de hecho, este ha sido mi pequeño gran secreto para que en 2025 haya podido publicar tres libros, escribir tres tratamientos y un largometraje… además de sacar adelante el pódcast y los cursos sin acabar viviendo debajo de la mesa. En la masterclass te explico ese sistema paso a paso, para que tu año deje de ser “a ver si me da la vida” y empiece a ser “vale, esto lo saco”. Hoy voy a dar una versión reducida de la masterclass aquí en el podcast. Los que quieran profundizar, tienen la masterclass disponible. Te voy a dar un sistema simple para que salgas con: tres metas claras, un proyecto ancla, un plan de 90 días, y un mínimo viable para no abandonar cuando la vida se ponga en modo thriller. No hace falta que pares el mundo. Solo que tengas a mano una nota en el móvil o un papel. ¿Listo? Vamos. La trampa del guionista en enero Primera verdad incómoda: la mayoría de guionistas no falla por falta de talento. Falla por falta de sistema. En enero nos pasa esto: Nos ponemos metas vagas: “Escribir más”. O metas infinitas: “Escribir una serie, un largo, un corto… aprender italiano… y hacer yoga.”Eso no es planificación. Eso es un tráiler con música épica… de una película que no se va a rodar. Quédate con estos tres conceptos: Objetivo = qué quieres lograr.Plan = cómo lo vas a hacer.Hábitos = cómo lo sostienes cuando no te apetece. Si te falta una de esas tres patas, tu mesa cojea. Y una mesa coja… acaba con el café en el portátil. Venga, vamos a aterrizar. Mirada rápida al año anterior (3 preguntas) Antes de planificar el año que viene, mira el año que se va. Pero sin drama: esto no es terapia; esto es análisis de guion. Apunta y responde rápido: Pregunta 1: ¿Qué funcionó el año pasado?No “qué te habría gustado”. Qué funcionó de verdad. Pregunta 2: ¿Qué no funcionó?Qué se quedó a medias, qué se cayó, qué se te atragantó. Pregunta 3: ¿Qué patrón se repite?Por ejemplo: “Cuando tengo claridad de la escena, escribo. Cuando no, me bloqueo.”O: “Cuando no reservo tiempo, la semana se come el guion.” Ahora haz una microtarea de 10 segundos: Di en voz alta: “Mi mayor freno del año pasado fue ______.” Perfecto. Esto no es para castigarte. Es para que este año no escribas el mismo capítulo. Define 3 metas principales (crear / mover / sostener) Ahora sí: metas para el nuevo año. Y aquí va la regla que más duele y más ayuda: Solo 3 metas principales. Tres. Como los actos. Como los deseos del genio. Y las vas a repartir en tres categorías: CREAR (escritura) MOVER (industria / visibilidad / oportunidades) SOSTENER (hábitos / energía / sistema) Te doy ejemplos para que no se queden en el aire. Meta CREAR: “Terminar un primer borrador de largometraje antes del 31 de marzo.”o “Escribir 20 escenas en 12 semanas.”o “Reescribir dos versiones completas de mi guion este año.” Meta MOVER: “Enviar mi proyecto a 10 productoras o representantes.” “Presentarme a 3 convocatorias.” “Preparar un pitch deck y practicarlo 10 veces.” Meta SOSTENER: “Hacer 3 sesiones semanales de escritura durante 20 semanas.” “Revisión mensual del proyecto el último domingo de cada mes.” “Tener un plan anti-bloqueo: si me atasco, hago X.” Ahora tu microtarea. Apunta tres frases: Este año CREO: ______ Este año MUEVO: ______ Este año SOSTENGO: ______ Y añade una coletilla a cada una: “¿Cómo sé que lo he logrado?” Si no se puede medir, no se puede perseguir. Y el objetivo se te escapa como un personaje secundario con carisma. Bien. Ya tienes el “qué”. Ahora toca lo que de verdad cambia tu año: foco. Prioriza: Proyecto Ancla + Satélite Aquí viene la decisión que te convierte en profesional… o en coleccionista de ideas. Elige tu Proyecto Ancla. El proyecto ancla es: el que más te acerca a tu objetivo, el que más te desbloquea, el que, si lo terminas, hace que todo lo demás sea más fácil. No tiene por qué ser “el proyecto de tu vida”. Tiene que ser el proyecto que gana este año. Y luego eliges un Proyecto Satélite: algo pequeño y compatible. Un corto, una pieza, un ejercicio, algo que te permita respirar sin abandonar el ancla. Microtarea: Escribe: Mi Proyecto Ancla es: ______ Mi Satélite (si lo necesito) es: ______ Y ahora una frase que te va a salvar en el futuro: “Este año estoy con mi Proyecto Ancla.” Porque decir “no” no es ser antipático. Es tener escaleta. Plan de 90 días (hitos, tareas, bloques) Ahora viene la magia aburrida que funciona: los próximos 90 días. ¿Por qué 90? Porque un año entero es abstracto. Noventa días es un trimestre: lo puedes ver, lo puedes medir, lo puedes ajustar. Vamos con el método exprés: Paso 1: define 3 hitos para 90 días. Hitos = cosas grandes que deben estar hechas. Ejemplos para un guion de largo: Hito 1: tratamiento / escaleta cerrada Hito 2: primer borrador completo Hito 3: reescritura 1 Paso 2: por cada hito, apunta 3 tareas. 3 tareas por hito. Total: 9 tareas. Ejemplo: Para “tratamiento”: (1) índice de escenas, (2) conflicto por secuencia, (3) tratamiento de 10–15 páginas. Para “borrador”: (1) escribir Acto 1, (2) Acto 2, (3) Acto 3. Para “reescritura”: (1) notas de estructura, (2) reescritura escenas clave, (3) pasada de diálogos. Paso 3: bloquea 2 momentos semanales fijos. Dos. Solo dos. Si luego puedes más, genial. Pero arranca con lo sostenible, no con lo heroico. Microtarea: Escribe tus dos bloques: Bloque 1: día ____ a las ____ Bloque 2: día ____ a las ____ Y ahora lo más importante: tu mínimo viable semanal.Porque habrá semanas que se caen: curro, niños, enfermedad, cansancio, meteorito, lo de siempre. Tu mínimo viable es la versión “si todo arde, yo aún existo”.Ejemplos: “30 minutos y una escena en modo notas.” “1 página.” “Revisar 10 minutos y dejar una nota para mañana.” Microtarea: Mi mínimo viable semanal es: ______ Ya tienes plan. Falta blindarlo. Obstáculos y respuestas automáticas Te presento a los tres villanos del año: 1) Falta de tiempoRespuesta automática: bloque fijo + mínimo viable.No “cuando pueda”, sino “cuando toca”. 2) BloqueoRespuesta automática: cambia de modo. “Escribe mal a propósito” (sí, mal) “Modo notas” (bullets, sin prosa) Pregunta salvavidas: ¿qué quiere cada personaje en esta escena y qué lo impide? 3) Perfeccionismo / procrastinaciónRespuesta automática: reduce el tamaño. “Solo 10 minutos.” “Solo abrir el documento y escribir una línea.”La procrastinación no se vence con épica. Se vence con una puerta pequeñita. Microtarea final:Escribe tu frase de emergencia:“Si me bloqueo, hago ______.” Vamos a cerrar con un recap en cinco balas, como guionista profesional: Mira el año pasado y detecta tu patrón. Elige 3 metas: crear, mover, sostener. Decide tu Proyecto Ancla. Haz un plan de 90 días con 3 hitos, 9 tareas y 2 bloques semanales. Define tu mínimo viable y tu respuesta al bloqueo. Si hoy haces solo una cosa, que sea esta: apunta tus 3 metas y bloquea tus dos sesiones en el calendario. Hoy. Porque el calendario es el único productor que no te deja en visto. Soy David Esteban Cubero y esto ha sido “Guiones y guionistas”. Si te ha servido, compártelo con otro guionista que esté ahora mismo jurando en enero que “este año sí”.Nos escuchamos en el próximo episodio. El artículo 764. Cómo planificar el nuevo año como guionista se publicó primero en Academia Guiones y guionistas.

763. Regalos para guionistas: 25 ideas que sí se usan (edición 2025)
23/12/2025 | 20 min
El artículo 763. Regalos para guionistas: 25 ideas que sí se usan (edición 2025) se publicó primero en Academia Guiones y guionistas. Bienvenidos a Guiones y guionistas, el podcast con el que todos podemos aprender a escribir mejores historias. Hoy traigo un episodio de utilidad pública: regalos para guionistas, versión actualizada y modernizada, porque el que hice hace siete años estaba estupendo… pero el mundo ha cambiado, y ahora un guionista no necesita otra taza con un chiste malo, sino cosas que le compren lo más raro del universo: foco, tiempo y herramientas para escribir; te voy a dar ideas prácticas —de las que se usan de verdad— como dos opciones de regalo infalibles: mis libros de guion y las tarjetas regalo de la Academia para regalar tres meses de escritura sin complicaciones. Y, ya que estamos en modo “regalo útil”, te cuento una novedad: los miembros de la Academia ya tenéis disponible una masterclass nueva, Cómo planear mi año como guionista. Porque la clave para cumplir objetivos no es tener más ganas (las ganas son muy volátiles), sino tener una buena planificación: de hecho, este ha sido mi pequeño gran secreto para que en 2025 haya podido publicar tres libros, escribir tres tratamientos y un largometraje… además de sacar adelante el pódcast y los cursos sin acabar viviendo debajo de la mesa. En la masterclass te explico ese sistema paso a paso, para que tu año deje de ser “a ver si me da la vida” y empiece a ser “vale, esto lo saco”. La guía definitiva de regalos para guionistas (actualizada) Este episodio es una versión actualizada y modernizada del que publiqué hace años. Porque hace siete años un regalo podía ser “una libreta bonita” y ya. Pero hoy vivimos en un mundo donde la atención está en peligro de extinción, el tiempo se cotiza como el oro y cualquier distracción te roba una escena entera. Así que vamos a hablar de regalos que se usan, no de regalos que acaban en una estantería mirando al vacío como un personaje secundario que esperaba más. Y aquí viene la regla de oro: el mejor regalo para un guionista no es el más “mono”, ni el más caro, ni el que queda mejor en Instagram. El mejor regalo es el que resuelve un problema real del proceso de escribir. Si no se usa, no es un regalo: es atrezzo emocional. Y ya tenemos bastante atrezzo en la vida, gracias. BLOQUE A — Regalos que compran foco El primer gran problema de cualquier guionista no es la estructura en tres actos. Es el WhatsApp. Por eso, el Bloque A va de regalos que te devuelven el foco: silencio, tiempo y un espacio mental donde las escenas puedan respirar. 1) Silencio premium: auriculares con cancelación de ruido Este es el regalo que, cuando funciona, parece ciencia ficción: te los pones y de repente el vecino deja de ensayar batería, el perro del quinto se vuelve mudo y el universo te da cinco minutos de paz. No es solo comodidad; es una forma de decir: “Te regalo una burbuja”. Ideal para escribir en casa, en cafés, en transporte, o en cualquier lugar donde haya humanos haciendo cosas de humanos. 2) “Te regalo horas”: el bono de tiempo real Este regalo no se compra en una tienda, pero es de los más valiosos. Consiste en algo muy concreto: liberar tiempo para escribir. Puede ser “yo me ocupo de la compra y la cena este sábado” o “me quedo con los niños dos tardes” o “te cubro X recado”. El guionista recibe algo que no suele tener: un bloque de horas sin interrupciones. Y ojo: no es “descansa”, es “escribe”. Es el equivalente narrativo a abrir una puerta secreta en un laberinto. 3) Espacio con intención: coworking, biblioteca o “cueva” pactada Hay gente que escribe mejor fuera de casa, porque fuera no está la lavadora mirándote con ojos de juicio. Un bono de coworking, una tarjeta de una biblioteca, o incluso acordar un “lugar fijo” (una cafetería tranquila, una sala de estudio, un rincón de la casa) puede ser un regalazo si viene con lo importante: la legitimidad. Cuando el espacio está “reservado” para escribir, la mente entra en modo trabajo más rápido. 4) Ritual de arranque: un pack para empezar siempre igual El foco también se entrena con rituales. Un regalo estupendo es algo que convierta el “ponerse” en un gesto automático: una lámpara específica para la mesa de escritura, un temporizador tipo Pomodoro, una libreta de calentamiento (sí, esa donde escribes basura durante 10 minutos para romper el hielo), o incluso una playlist preparada. La idea es simple: reducir fricción. Cuanto menos negocies con tu cerebro, más páginas salen. 5) Bloqueadores de distracciones: el “antagonista” contra el móvil Si el móvil es el villano, regala un héroe. Apps o sistemas para bloquear redes y notificaciones durante sesiones de escritura, un soporte para dejar el móvil fuera de la vista, o el clásico “cajón con llave” (vale, quizá exagero… pero no tanto). No es castigo: es protección. La inspiración llega cuando llevas un rato trabajando, no cuando estás viendo vídeos de gatos que actúan mejor que algunos secundarios. 6) Orden físico: una mesa que no parezca un escenario de apocalipsis El caos visual roba energía. Regalos pequeños pero muy útiles: un buen soporte para portátil, una silla decente (tu espalda también escribe), organizadores, un tablero de corcho o pizarra para tener estructura a la vista, o una bandeja para “cosas pendientes” que te saque del medio el ruido mental. No es postureo: es higiene creativa. Si tu mesa parece un crimen sin resolver, tu cabeza se pone en modo CSI y no escribe. 7) “Permiso” social: el regalo invisible Este es el más bonito y el más raro: regalar respeto por el tiempo de escritura. A veces el mejor regalo es pactar con la familia/pareja/amigos que durante X horas esa persona está “en rodaje”. Sin bromas, sin recados, sin “solo una cosita”. Porque el foco no se pierde por una gran interrupción: se muere por mil pequeñas. Y un guionista con foco es un guionista que avanza. BLOQUE B — Regalos que mejoran la escritura Vale, ya tenemos foco. Ahora toca lo segundo: que ese foco sirva para algo. Este bloque va de regalos que mejoran el oficio, es decir: que te hacen escribir mejor, reescribir con menos sufrimiento y entender qué demonios estás haciendo cuando una escena no funciona. 8) Libros de guion Regalar libros de guion es como regalar pesas a alguien que quiere ponerse en forma: no hacen el trabajo por ti, pero te lo ponen más fácil. La clave está en acertar con el momento en el que está la persona: Si está empezando: formato, estructura, fundamentos. Si ya escribe: recursos narrativos, reescritura, técnicas específicas. Si está profesionalizando: industria, pitching, carrera. Y aquí te lo pongo fácil: si quieres regalar libros que van directos al grano, tienes mi Biblioteca del guionista, con títulos pensados justo para eso: avanzar por etapas y no quedarte en “me leí uno y ya soy showrunner”. Ahí puedes elegir según necesidad: desde herramientas de oficio hasta recursos narrativos para mejorar escenas y giros. 9) Guiones de películas y series (la “formación invisible”) Esto es un regalazo y además tiene un punto romántico: regalar guiones es regalar oficio real. Porque leer un guion te enseña cosas que ningún manual puede: ritmo de escena, economía de diálogo, cómo se describe sin escribir una novela, cómo se coloca un giro sin subrayarlo como si fuese un cartel luminoso. Si no sabes cuál escoger, una buena idea es regalar un pequeño pack: un guion clásico + uno moderno + uno del género que esa persona quiere escribir. 10) Análisis y feedback (el espejo que evita que te autoengañes) Un regalo muy potente —y muy poco glamuroso— es pagar un buen análisis, una consultoría o una lectura profesional. ¿Por qué funciona? Porque hay bloqueos que no se resuelven con más horas, sino con mirada externa: alguien que te diga “esto es lo que estás contando en realidad” y “aquí se te cae la intención”. Eso sí: es un regalo ideal si la persona de verdad quiere feedback. Si no, puede convertirse en “te regalo una ansiedad premium”. 11) Talleres, cursos y comunidad (porque escribir solo es duro) La escritura mejora cuando tienes estructura y acompañamiento. Un curso concreto sobre estructura, diálogo, personajes, reescritura o pitching puede ser el empujón perfecto. Y si además incluye comunidad —gente que también está peleándose con el acto dos—, el regalo se multiplica, porque se convierte en hábito. Aquí el objetivo no es “aprender más”, sino escribir más y mejor. En la Academia Guiones y guionistas tenemos más de 100 cursos y masterclass. Si quieres regalar algo que impacte tanto en la escritura como en la carrera, aquí va el comodín: las tarjetas regalo de 3 meses de la Academia Guiones y guionistas. No es solo “formación”: es estructura y acompañamiento. Tres meses en los que el guionista puede: aprender con un camino claro, reforzar bases y técnicas, mejorar su proceso, y, sobre todo, avanzar de verdad en su proyecto. Además, es un regalo sin letra pequeña: son 3 meses y punto (sin sustos, sin renovación automática inesperada). Y puedes elegir el nivel que mejor encaje con la persona: Iniciación, Crecimiento o Profesional. Es el tipo de regalo que no queda bonito en una estantería… pero sí queda precioso en forma de páginas. 12) Herramientas de proceso: tarjetas, beat sheets, plantillas (lo que te saca del caos) Hay regalos pequeños que son muy grandes: plantillas de escaleta, fichas de personaje, beat sheets impresos, tarjetas para escenas, pizarras o corchos para ordenar la historia. No tienen “brilli brilli”, pero cuando estás atascado te dan una cosa fundamental: estructura externa para que el cerebro no tenga que sostenerlo todo a la vez. 13) Cultura con intención (no es ocio, es combustible) Entradas para cine, teatro, festivales, filmotecas, suscripciones a plataformas… pero con un pequeño twist: que no sea “toma, entretenimiento”, sino “toma, material para tu mirada”. Incluso puedes acompañarlo con un reto: “cada peli, una ficha de 10 líneas: qué funciona, qué no, y por qué”. Esto convierte el regalo en entrenamiento. BLOQUE C — Herramientas 2025 En el Bloque A hablamos de foco y en el B de oficio. Ahora toca las herramientas. Porque la tecnología puede ayudarte muchísimo… o convertirse en otra forma elegante de procrastinar. La clave es que la herramienta no sea un juguete: que reduzca fricción, organice el caos y te permita escribir y reescribir más rápido. 14) Software de guion (lo básico que muchos siguen esquivando) Un buen programa de escritura no es postureo: es eficiencia. Te evita líos de formato, te permite reordenar escenas sin llorar y exportar versiones limpias. Y, sobre todo, te ayuda a mantener el documento como un guion, no como un Word con sueños. Consejo-regalo: mejor que “te compro el software que me suena”, es fijarte en cómo trabaja esa persona: ¿escribe en varios dispositivos? ¿colabora? ¿necesita tarjetas, escaleta visual, control de versiones? Si la herramienta encaja con su flujo, la va a usar de verdad. 15) Organización de proyecto: notas, research y “la carpeta de la vergüenza” Aquí está el superpoder secreto de los guionistas productivos: un sistema de notas. No la app perfecta, sino una estructura mínima que funcione: una carpeta por proyecto, una nota para la premisa y el tema, otra para personajes, otra para escenas sueltas, y una para “cosas que duelen pero hay que arreglar”. Regalo práctico: una suscripción a una app de notas/organización (o, si ya la usa, ayudarle a montarla bien) + una plantilla de estructura. Porque muchas veces el bloqueo no es creativo: es logístico. 16) Tarjetas, pizarra y estructura visual (para pensar con las manos) Hay historias que no se arreglan dentro del documento. Se arreglan viéndolas desde fuera. Por eso, herramientas como tableros de tarjetas, pizarras, corchos o apps de planning visual son regalos fantásticos: convierten el guion en algo que puedes mover, comparar y equilibrar. Y aquí hay una verdad incómoda: cuando ves tu historia en tarjetas, descubres rápido si tienes “tres escenas iguales” con distinto sombrero. 17) Copias de seguridad: el regalo menos sexy y más heroico Este es el regalo adulto. El que nadie presume en redes, pero el que te salva la vida creativa. Un buen sistema de backup —nube, disco externo, sincronización automática— es una póliza contra el apocalipsis: portátil que muere, café que cae, error humano, o esa actualización que decide que hoy no te quiere. Si regalas esto, no regalas tecnología: regalas tranquilidad. Y eso, para un guionista, es como regalarle un verano sin deadline (fantasía pura). 18) IA como copiloto (la actualización inevitable, pero bien entendida) Aquí viene la parte moderna: la IA puede ser un regalo útil si se usa como lo que es cuando funciona bien: un asistente para pensar, no un “escríbeme el guion”. ¿Para qué sirve de verdad en 2025? para generar alternativas de escenas (y elegir tú), para detectar inconsistencias (“oye, ¿no dijiste que era hijo único?”), para hacerte preguntas incómodas sobre el protagonista, para proponer conflictos, obstáculos, giros, para ayudarte a resumir, estructurar, preparar pitch, logline, dossier. El regalo aquí puede ser una suscripción… o productos como el que saqué el mes pasado “100 prompts de la caja de herramientas de un guionista” que te ayuda en todas las fases, desde la ideación y desarrollo, hasta la venta. El verdadero valor es el enfoque: si la IA te quita trabajo mecánico y te devuelve energía para decidir, entonces sí. Si te sustituye el criterio, entonces no: es como poner a un becario a dirigir la película. 19) Ergonomía y “hardware invisible” (tu cuerpo también escribe) Otra actualización de 2025: ya no es solo “qué software usas”, sino cuánto aguantas escribiendo sin acabar doblado como un clip. Regalos con impacto real: soporte de portátil, teclado cómodo, ratón decente, silla (si hay presupuesto), luz agradable para la mesa. No parecen herramientas de guion, pero lo son: porque si te duele el cuerpo, tu cerebro solo quiere una cosa… dejarlo para mañana. BLOQUE D — Carrera (porque escribir está genial… pero vivir del guion también) Hay un territorio donde muchos guionistas se atascan: la carrera. No porque no sepan escribir, sino porque nadie les ve, nadie les responde, o no tienen un sistema para pasar de “tengo un guion” a “tengo una oportunidad”. Y aquí los regalos no son “cosas”: son pasos. Pequeños empujones que te colocan en el tablero. 20) Portfolio y presencia: “que exista tu trabajo” Un regalo muy útil es ayudar a un guionista a tener una presencia mínima profesional: una web sencilla o un porfolio en PDF bien armado, un dominio propio (su nombre o su marca), un hosting básico, incluso una sesión de “vamos a dejar tu bio presentable y tu logline sin fiebre”. Porque si alguien pide “mándame algo” y tú tardas tres días en encontrar la última versión del dossier… esa oportunidad ya se ha ido a otra bandeja de entrada. 21) Pitching: aprender a vender sin sentirte un estafador Hay guionistas que escriben estupendamente, pero cuando tienen que contar su historia en dos minutos se convierten en un personaje secundario que entra, se tropieza y sale. Un regalo perfecto aquí es formación específica: cómo hacer un pitch verbal, cómo escribir una sinopsis que no sea una lista de escenas, cómo preparar un dossier y un teaser, cómo presentar personajes sin sonar a catálogo de IKEA. Este tipo de regalo suele tener un efecto inmediato: el guionista deja de esconderse detrás del guion y aprende a defenderlo. 22) Networking con intención El networking no es ir a una fiesta a repartir tarjetas como si fueses una impresora humana. Es construir relaciones con calma y estrategia. Regalos que ayudan: entradas a festivales, mercados, jornadas profesionales, acceso a encuentros de guion, charlas y mesas redondas, una membresía en una asociación profesional, incluso “te acompaño a ese evento” (sí: también se regala valentía). La clave: que el regalo incluya un objetivo (“sal con 3 contactos reales”) y no solo “pásalo bien”. 23) Herramientas de productividad para proyectos largos (porque la carrera es resistencia) La carrera no se construye con una chispa, sino con continuidad. Regalos útiles: un planificador anual (para objetivos de escritura y entregas), un sistema de seguimiento de proyectos (qué estás escribiendo, qué estás enviando, a quién, cuándo), una revisión mensual: “¿qué has avanzado, qué bloquea, qué toca ahora?” Aquí no estamos regalando una agenda: estamos regalando dirección. 24) Mentoría o acompañamiento (cuando el problema es “no sé por dónde tirar”) Hay un punto en el que un guionista no necesita más información, sino prioridad: decidir qué escribir, qué enviar, qué mejorar y qué dejar para después. Regalar una mentoría, una consultoría o un acompañamiento corto puede ser exactamente lo que saque a esa persona del bucle de “estoy haciendo cosas” sin avanzar. 25) El regalo final: un “contrato” contigo mismo Y esto es más íntimo, pero funciona: regalar un compromiso. Una fecha, un deadline, una entrega. Algo como: “En 30 días me enseñas 20 páginas” o “cada domingo revisamos objetivos”.Porque la carrera del guionista se construye cuando alguien —aunque sea tú mismo— te mira a los ojos y te dice: “vale, ¿cuándo lo terminas?” El artículo 763. Regalos para guionistas: 25 ideas que sí se usan (edición 2025) se publicó primero en Academia Guiones y guionistas.

762. El guionista es el protagonista [Nuevo libro]
15/12/2025 | 13 min
El artículo 762. El guionista es el protagonista [Nuevo libro] se publicó primero en Academia Guiones y guionistas. Hoy vengo con una idea un poco peligrosa: que el guionista, ese ser que vive detrás de la cortina, puede ser el protagonista. Y cuando lo es… el cine se pone sorprendentemente sincero. Porque ahí salen nuestras manías, nuestros miedos, nuestros “mañana lo empiezo” y ese drama íntimo de escribir algo brillante… Este episodio es para eso: para mirarnos en esas películas, reírnos un poco (por supervivencia) y, de paso, sacar herramientas reales para escribir mejor, como mi nuevo libro Soy David Esteban Cubero, y esto es “El guionista es el protagonista”. Y para terminar el año con vistas al futuro, en la reunión de la Writers, room que tenemos los guionistas del nivel pro de cursosdeguion.com, tenemos el taller “Cómo preparar el próximo año como guionista”, en el que planificaremos qué escribiremos el año que viene… y cómo nos organizaremos. Es el martes, 16 de diciembre a las 19:00 horas (España). Y queda grabado por si no puedes acudir en directo. Cuando el guionista es el protagonista Como te decía antes, hoy no vengo a hablarte de “cómo escribir como Tarantino” (tranquilo, Tarantino ya escribe como Tarantino, no necesita refuerzos). Hoy vengo a presentarte mi nuevo libro: El guionista es el protagonista. Y la razón de que exista es bastante simple… y un poco vergonzosa: lo escribí porque lo necesitaba. Porque a veces el oficio se nos queda pequeño por dentro. No por falta de ideas, sino por exceso de cosas invisibles: dudas, comparaciones, miedo a no estar a la altura, negociar con el sistema, sobrevivir, bloquearte, destrabarte, volver a bloquearte… el clásico “arco de personaje” del guionista: círculo perfecto. Y entonces me di cuenta de algo: el cine llevaba años hablándonos de nosotros antes de que nosotros nos atreviéramos a decirlo en voz alta. Hay películas en las que el guionista sale como héroe, como impostor, como víctima, como peligro público… a veces todo en la misma escena. Así que la propuesta del libro es esta: ver películas para aprender a escribir mejor. No para admirarlas desde lejos con cara de museo, sino para meterles mano con el destornillador del oficio: detectar objetivos, antagonistas, momentos de giro, arcos emocionales… y, sobre todo, entender qué narices le pasa a ese personaje cuando lo único que hace es… sentarse a escribir. Y sí: este episodio también es una invitación. A que te mires en esos espejos, elijas el que menos te humilla… y uses lo que veas para tu propio guion. Y para que lo entiendas rápido, te cuento la idea central del libro en una frase… y te aviso: pica un poco. Ver guionistas para escribir guion La idea central del libro es esta: cuando una película pone a un guionista en el centro, no solo te cuenta una historia… te enseña el oficio con el disfraz puesto. Porque ese guionista en pantalla está haciendo lo mismo que tú: persigue una idea, pelea con una versión de sí mismo, negocia con el mundo, y trata de convertir el caos en algo que parezca inevitable. Así que el libro funciona como un laboratorio. No es “mis pelis favoritas sobre guionistas” (aunque hay alguna que me dan ganas de abrazar y otras de denunciar). Es un método: Cada capítulo parte de un tipo de guionista: el bloqueado, el precario, el impostor, el perseguido… Luego lo pone a prueba con películas concretas. Y al final te llevas herramientas: preguntas, ejercicios y una forma de mirar que puedes aplicar a tu propio proyecto. La clave está en cómo miras esas películas. No como espectador que se deja llevar, sino como guionista que disecciona: ¿Qué quiere este personaje? ¿Qué le impide conseguirlo? ¿Cuál es su mentira? ¿Qué paga por escribir? ¿Qué sacrifica para terminar? Y aquí viene lo bonito —y lo cruel—: cuando ves a un guionista en pantalla, te das cuenta de que la trama no siempre está fuera. Muchas veces está dentro: en la necesidad de aprobación, en el miedo a fracasar, en el deseo de ser “puro”, en la tentación de venderse, en el ego, en la vergüenza… en todo eso que no sale en la sinopsis, pero te secuestra el teclado. Así que sí: vas a reírte. Pero también vas a pensar: “vale… esto me pasa a mí”. Y para que no se quede en teoría, te presento rápido el corazón del libro: los tipos de guionista. Aquí empieza el zoológico. Los tipos de guionista. Bienvenido al zoo: tú eres varios animales Vale, aquí está el corazón del libro: los tipos de guionista. No como etiquetas para ponerte una pegatina en la frente, sino como motores dramáticos. Porque cada tipo trae su conflicto debajo del brazo… y normalmente viene sin pedir perdón. 1. El guionista precario — “Escribo… pero también pago alquiler” El que sobrevive como puede, aceptando trabajos, favores, promesas y algún “ya te pagamos en visibilidad” (esa moneda que solo acepta el ego). Ejemplos: Sunset Boulevard, In a Lonely Place. El guionista es el protagonista… Aquí la gran pregunta es: ¿qué parte de ti vendes cuando dices que solo es un encargo? 2. El guionista perseguido — “Escribo… pero no puedo firmar” Cuando el conflicto ya no es creativo: es político, social, ideológico. Ejemplos: The Front, Trumbo, The Majestic. El guionista es el protagonista… La pregunta: ¿cuánta voz estás dispuesto a perder para seguir trabajando? 3. El guionista bloqueado — “Tengo una historia… y un muro” Este es el tipo más común del mundo. Vamos, que si hubiera un “carnet de guionista”, vendría con esto de serie. Ejemplos: Barton Fink, Adaptation, The Muse. El guionista es el protagonista… La pregunta: ¿y si el bloqueo no es falta de ideas… sino miedo disfrazado? 4. El guionista impostor — “Me van a pillar… y encima con mala estructura” El que no puede disfrutar ni cuando le sale algo bien. Ejemplos: Midnight in Paris, My Favorite Year. El guionista es el protagonista… La pregunta: ¿quieres escribir… o quieres ser otro escritor? 5. El guionista autodestructivo — “Mi musa es el caos” El mito del genio atormentado… con resaca. Ejemplos: Mank y (otra vez) In a Lonely Place. El guionista es el protagonista… La pregunta: ¿estás cuidando tu talento… o lo estás explotando hasta agotarlo? 6. El guionista romántico — “Te quiero… pero también estoy reescribiendo” Escribir en pareja, escribir desde el amor, o sobrevivir a que la ficción se meta en la relación con los zapatos puestos. Ejemplos: Paris When It Sizzles, Bergman Island. El guionista es el protagonista… La pregunta: ¿el amor te impulsa… o te desnuda? 7. El guionista metido en líos — “Investigué tanto que acabé dentro del caso” Aquí el guionista cruza una línea: la curiosidad deja de ser herramienta y se convierte en incendio. Ejemplos: Cabin by the Lake, The Gazebo. El guionista es el protagonista… La pregunta: ¿escribes sobre el abismo… o estás alquilando un piso en él? Y más tipos de guionistas que puedes encontrar el libro…. Y ahora viene lo mejor: no hace falta que elijas uno para siempre. Hoy puedes ser “impostor con toques de precario”, mañana “bloqueado premium” y el viernes “romántico en fase de montaje”. Lo importante es que, si te reconoces, ya tienes algo valioso: material dramático. No te vayas: hay botín Antes de despedirme, te cuento dos cosas rápidas. La primera: el libro es El guionista es el protagonista y lo puedes encontrar en Amazon. Si te has reconocido en alguno de esos “animales del zoo” —precario, impostor, bloqueado, perseguido…— ahí tienes el mapa y las herramientas para convertirlo en historia, sin quedarte solo en el “ay, qué realista soy”. El guionista es el protagonista… Y la segunda: si lo compras ahora, tienes un regalo para acompañarlo, que es El diario del guionista protagonista: un cuaderno de 14 días de ejercicios para trabajar tu proyecto (y tu cabeza, que a veces es más difícil). La idea es que no solo leas y digas “qué bien escrito, qué identificado me siento”, sino que te sientes y lo uses. Que el libro no sea un souvenir, sino una herramienta. Así que, si te apetece, entra en la web del libro, lo pillas, te descargas el diario con el enlace que hay en su interior y empiezas hoy mismo. Porque, ya sabes… la inspiración llega cuando te ve sentado (y si no llega, al menos te pilla trabajando). El guionista es el protagonista… Nos escuchamos en el próximo episodio. Y hasta entonces… escribe. Aunque sea una frase. Aunque sea mala. Sobre todo si es mala. El artículo 762. El guionista es el protagonista [Nuevo libro] se publicó primero en Academia Guiones y guionistas.

761. Aplica el Viaje de la Heroína a tus personajes con conflicto interno
09/12/2025 | 19 min
El artículo 761. Aplica el Viaje de la Heroína a tus personajes con conflicto interno se publicó primero en Academia Guiones y guionistas. Hoy vamos a hacer algo muy divertido: coger el Viaje del Héroe, dejarlo un momento en la estantería… y sacar a pasear el Viaje de la Heroína para contar historias de conflicto interno, de esas en las que el dragón no está fuera, sino dentro. Ya hice un podcast (690) explicando en qué consiste el Viaje de la heroína y cuáles son sus 10 etapas. Vamos a ver cómo funciona este mapa de Maureen Murdock aplicado a un caso que muchos guionistas llevamos tatuado: el del artista que deja sus proyectos personales para “hacerse profesional” en la industria, triunfa en lo comercial, se siente vacío, se cae al hoyo… y acaba encontrando un equilibrio entre pagar las facturas y no traicionar su voz. Si alguna vez te has sentido vendido, partida en dos o en guerra entre lo que quieres escribir y lo que te piden que escribas, este episodio es para ti. Y para los suscriptores de la Academia Guiones y guionistas os recuerdo que ya podéis disfrutar de la masterclass en la que nos sumergimos en El viaje de la heroína de Maureen Murdock y a traducirlo al lenguaje del guion, paso a paso. Vemos por qué este viaje no va de “matar dragones”, sino de sanar una ruptura interna, reconciliarse con lo femenino y encontrar una voz propia que no imite al héroe clásico. Trabajamos las 10 etapas aplicadas a personajes de cine y series, comparamos con el Viaje del Héroe de Campbell y harás ejercicios para mapear tu propia protagonista en este modelo. El objetivo: que al salir de la sesión tengas una herramienta clara y práctica para crear y reescribir heroínas mucho más profundas, complejas y emocionalmente potentes. El Viaje de la heroína para conflictos internos en 5 pasos Hay historias que se dejan encajar en el Viaje del Héroe sin rechistar: alguien recibe una llamada, cruza un umbral, se enfrenta a un dragón, vuelve con el elixir y todos tan contentos. Pero luego están las otras historias: las que van menos de “matar al dragón” y más de “¿qué demonios hago con mi vida?”. Historias donde el gran conflicto no está fuera, sino dentro. Ahí es donde el Viaje de la Heroína de Maureen Murdock se convierte en una herramienta muy potente… incluso aunque tu protagonista sea, por ejemplo, un guionista que se ha vendido a la industria. La idea es usar el Viaje de la Heroína no como “estructura solo para mujeres”, sino como mapa para narrar conflictos internos: personajes partidos entre dos formas de vivir, que necesitan reconciliarse consigo mismos. Vamos a verlo en cinco pasos, aplicándolo a una historia muy concreta: un artista/guionista que se aleja de sus proyectos personales para dedicarse a lo más comercial, triunfa por fuera, se vacía por dentro, se hunde… y acaba encontrando un equilibrio entre lo personal y lo industrial. Paso 1: Traducir el conflicto interno a dos fuerzas que chocan El Viaje de la Heroína siempre parte de una escisión interna. Murdock lo formula como la tensión entre lo femenino y lo masculino simbólicos: – Lo femenino entendido como lo íntimo, receptivo, vulnerable, creativo, vincular.– Lo masculino como lo orientado al logro, la estructura, el éxito externo, el reconocimiento social. La clave es aterrizar esto en tu historia. En el caso del guionista/artista, su “lado femenino” sería su cine personal: los proyectos que le salen de las tripas, los guiones raros, los cortos que probablemente no dan dinero pero sí sentido. El “lado masculino” sería la industria: las series comerciales, los encargos, las plataformas, los deadlines, el prestigio profesional. Formulado como conflicto interno: “Si sigo mi lado personal, no me gano la vida. Si me entrego del todo a lo comercial, me pierdo a mí mismo.” Ya tienes las dos fuerzas del tironeo. No hace falta que diga estas frases en voz alta; basta con que TÚ, como guionista, tengas claro que ese es el choque de fondo. Paso 2: Colocar el punto de partida: la separación inicial El viaje arranca cuando el personaje rompe con una parte de sí mismo. En Murdock, la heroína se separa de “lo femenino” tal y como se lo han enseñado, porque lo percibe como débil o inútil. Aquí, nuestro guionista hace algo muy parecido con su lado artístico. Imagina la escena: lleva meses encadenando rechazos con su largometraje personal. Una noche, frente al ordenador, abre el archivo del guion y, en lugar de reescribir, lo manda a una carpeta llamada “viejas ideas”. Luego abre el correo y escribe a una productora que siempre ha despreciado en petit comité: “Estoy disponible para encargos, lo que necesitéis”. Ahí tienes en cinco segundos dramáticos la separación de lo femenino (sus proyectos íntimos) y la identificación con lo masculino (la industria como nueva referencia). Lo importante es que el punto de partida no sea una idea abstracta, sino una decisión concreta que podamos ver: dejar un proyecto, aceptar un trabajo, romper con alguien, traicionarse un poco. A partir de ahí, el viaje está en marcha. Paso 3: Convertir las etapas del viaje en preguntas sobre tu personaje En lugar de memorizar las diez etapas del Viaje de la Heroína como teoría, es mucho más útil convertirlas en preguntas sobre tu protagonista. No necesitas mencionarlas en el guion, pero sí tenerlas como brújula. Por ejemplo, con nuestro guionista: – ¿Qué parte íntima de sí mismo rechaza al principio? Su escritura personal, su sensibilidad artística, ese cine “poco comercial” que le hizo enamorarse del oficio.– ¿Con qué sistema se identifica después? Con la writers’ room de una serie comercial, el jefe carismático que “sí sabe cómo funciona esto”, el mundo del algoritmo.– ¿Qué pruebas supera para demostrar que encaja en ese sistema? Reescribe guiones ajenos sin protestar, hace chistes que no le hacen gracia, entrega versiones a toda velocidad, sacrifica fines de semana.– ¿Cuál es su falso don del éxito? Estrenan una serie firmada con su nombre; cobra bien, le invitan a festivales… y en la noche del estreno se siente impostor, incapaz de ver los capítulos sin vergüenza.– ¿Cuál es el NO que marca el giro? Quizá rechaza una tercera temporada de su propia serie, o deja tirado un proyecto muy bien pagado porque no puede más con esa voz que no es la suya. Y así, hasta completar las etapas de descenso (bloqueo, crisis, confrontarse con su “madre artística”, etc.) y las de integración (reorganizar su carrera, poner límites, equilibrar trabajos comerciales con proyectos personales). Cada etapa deja de ser una etiqueta y se convierte en contenido dramático. Paso 4: Bajar cada etapa a escenas visibles Una vez que tienes claras las etapas como preguntas, toca lo más importante: convertirlas en escenas. El Viaje de la Heroína no se cuenta con conceptos, sino con acciones, decisiones, diálogos, imágenes. Algunos ejemplos para nuestro guionista: – Camino de pruebas: un montaje en el que lo vemos reescribiendo escenas que detesta, aceptando cambios absurdos, recibiendo elogios por chistes que a él no le hacen gracia. Desde fuera, está “triunfando”; desde dentro, se va apagando.– Falso don del éxito: el gran estreno. Alfombra roja, fotos, entrevistas, todo el mundo encantado. Por la noche, solo en casa, mira el póster de la serie y no puede evitar un gesto de rechazo. Éxito externo, vacío interno.– Descenso a la Diosa: cuando dice NO a un proyecto clave y, de repente, se encuentra sin trabajo y sin proyecto personal. Bloqueo, dudas sobre dejar la profesión, sensación de haberse disparado en el pie.– Reconexión con lo femenino: encuentra en una estantería el guion de aquel largo personal que nunca produjo. Lo lee y, pese a todos sus defectos, le emociona. Vuelve a sentir algo que en la serie comercial nunca sintió: “esto soy yo”.– Sanación con la “madre artística”: visita a una antigua profesora de guion o a un director con el que rodó su primer corto. Hablan, discuten, se sinceran. Él admite que miraba por encima del hombro ese cine pequeño porque le daba miedo terminar así. Es una reconciliación con su origen. Estas escenas no van “pegadas” unas a otras con etiquetas de Murdock, pero responden a su lógica interna: cada una empuja un poco más el arco de separación, caída y recomposición. Paso 5: Hacer que el arco interno choque con la trama externa El Viaje de la Heroína te da una estructura interna. Ahora necesitas asegurarte de que no se quede en psicología flotando al margen de la trama. El truco está en que cada avance interior tenga consecuencias externas. En nuestro ejemplo, el objetivo externo del protagonista podría ser sencillo: “ganarse la vida como guionista” o “mantener su estatus en la industria”. Cada decisión del viaje interno debería poner en juego ese objetivo. Cuando acepta encargos que no le representan, gana dinero pero pierde identidad. Cuando dice NO a un proyecto tóxico, se libera por dentro pero se complica la vida por fuera: menos ingresos, menos visibilidad, más incertidumbre. El final del viaje no es “vencer a la industria”, sino encontrar un modo de estar en ella que no implique traicionarse cada día. Quizá termina dando clase de guion, escribiendo una serie modesta pero más cercana a su voz, reservándose tiempo para ese largo personal. No es un final épico de dragón muerto, pero sí es un final profundamente dramático: ha dejado de estar partido entre el artista y el profesional. Ahora es ambas cosas a la vez. Los tres movimientos del Viaje de la heroína Aplicar el Viaje de la Heroína a historias con conflicto interno consiste en tres movimientos: identificar las dos fuerzas en guerra dentro del personaje, seguir su camino de separación–éxito vacío–caída–reconciliación, y traducirlo todo a escenas que afecten también a la trama externa. El ejemplo del guionista vendido a la industria funciona tan bien porque muchos lo llevamos tatuado por dentro. Y, precisamente por eso, es un terreno perfecto para usar este mapa: no para hacer sermones, sino para contar historias de gente que deja de fracturarse para poder seguir adelante. Te pongo otro ejemplo: un activista quemado que ya no sabe qué defiende Empezó militando desde un impulso genuino de justicia, pero poco a poco se ha separado de sus necesidades personales y afectivas porque “todo es política”. Se identifica con el rol guerrero: siempre en lucha, siempre en contra de algo; lo relacional o tierno lo vive como traición a la causa. El falso éxito llega cuando se convierte en referente del movimiento… y está absolutamente agotado, enfadado con todo y con todos. El descenso puede ser una crisis de fe ideológica o una traición interna en el grupo. Desde ahí reconecta con por qué empezó, con su historia, con personas concretas a las que quiere ayudar, no solo con consignas. Termina encontrando una forma de activismo más sostenible, donde puedan coexistir su rabia y su necesidad de descanso, amor y vida privada. Y otro: un médico estrella que ya no cree en lo que hace Es un cirujano top, adicto al prestigio, las guardias y los congresos. Se ha separado totalmente de su lado empático: pacientes, emociones, duelo, todo va a la casilla “debilidad”. Vive para operar y coleccionar casos complicados. Llega el falso éxito cuando recibe un premio importante justo el mismo año en que pierde a un paciente por ir con el piloto automático. Se hunde (culpa, insomnio, ganas de dejar la medicina), empieza a escuchar de verdad a sus pacientes, se reconcilia con la vocación que tenía de joven y termina integrando ambos lados: sigue siendo muy técnico y eficaz, pero reorganiza su vida para incluir acompañamiento, docencia, incluso menos horas y más presencia. Todos estos casos son variaciones del mismo núcleo: alguien que se rompe en dos para encajar en un modelo (éxito, activismo) y necesita hacer el viaje de la heroína para dejar de vivir fracturado. El artículo 761. Aplica el Viaje de la Heroína a tus personajes con conflicto interno se publicó primero en Academia Guiones y guionistas.

760. Guionista y director: guía práctica para trabajar juntos sin matarse
03/12/2025 | 18 min
El artículo 760. Guionista y director: guía práctica para trabajar juntos sin matarse se publicó primero en Academia Guiones y guionistas. Hoy vamos a meternos en uno de los grandes salseos del cine y las series: la relación entre guionista y director. Esa pareja creativa que puede convertir un buen guion en una película brillante… o en un drama detrás de cámara. Vamos a ver qué pasa cuando son la misma persona, cuando el director se convierte en coguionista, cuando escribes pensando en un director concreto, cuando llega con el boli rojo a pedir reescrituras y cuando directamente te desconectan del proyecto y tu guion hace su vida sin ti. Si eres guionista, este episodio te ayudará a entender mejor en qué tipo de relación estás metido y qué puedes hacer para sobrevivir (y escribir el siguiente guion con más calma). Y si eres director, quizá descubras que al otro lado del PDF no hay una molestia, sino alguien que puede hacer tu película mucho más potente. Yo soy David Esteban Cubero y esto es Guiones y guionistas. Y para los suscriptores de la Academia Guiones y guionistas hay una masterclass muy esperada en la que vamos a sumergirnos en El viaje de la heroína de Maureen Murdock y a traducirlo al lenguaje del guion, paso a paso. Veremos por qué este viaje no va de “matar dragones”, sino de sanar una ruptura interna, reconciliarse con lo femenino y encontrar una voz propia que no imite al héroe clásico. Trabajaremos las 10 etapas aplicadas a personajes de cine y series, compararemos con el Viaje del Héroe de Campbell y harás ejercicios para mapear tu propia protagonista en este modelo. El objetivo: que al salir de la sesión tengas una herramienta clara y práctica para crear y reescribir heroínas mucho más profundas, complejas y emocionalmente potentes. ¿Por qué la relación guionista–director lo cambia todo? La relación entre guionista y director es mucho más que un trámite profesional: es el eje sobre el que gira una película. El guion es el mapa y el director es el piloto; si uno falla o quieren ir a destinos distintos, la película se resiente. Una buena relación puede elevar un guion normalito, mientras que una mala puede arruinar una gran historia. Por eso no basta con escribir bien o dirigir bien: importa muchísimo cómo se entienden esas dos cabezas creativas. En la teoría parece sencillo: el guionista escribe, el director dirige y todos tan contentos. En la práctica, la frontera es difusa: se mezclan funciones, egos, inseguridades y entusiasmos. Hay proyectos donde guionista y director casi ni se conocen, y otros donde forman una auténtica pareja creativa que discute, se manda audios a cualquier hora y construye la película juntos desde la idea hasta el montaje. Entre esos extremos, hay muchos modelos posibles, ninguno perfecto, pero todos con consecuencias creativas muy claras. Además está la parte emocional, de la que casi no se habla. Escribir un guion es exponerte; luego llega un director con poder real sobre el proyecto y te dice “esto no funciona, esto hay que cambiarlo”. Si la relación es mala, suena a ataque personal. Si es buena, se vive como una colaboración para mejorar la película. La diferencia no está solo en las notas que se dan, sino en la confianza, la comunicación y las expectativas que se han construido desde el principio. En este contexto, no es lo mismo escribir para un director concreto que escribir “al aire”, ni que el director entre desde la idea que cuando ya vas por la versión 3, ni que seáis la misma persona o dos completos desconocidos. Cada modelo tiene ventajas y peligros. Entender en cuál estás —y cuál te conviene— es clave para evitar el clásico “me han destrozado el guion” cuando, muchas veces, lo que ha faltado no es talento, sino conversación. A partir de ahí, el pódcast se dedicará a dibujar ese mapa de relaciones posibles, desde la conexión total hasta la desconexión absoluta. Conexión total: cuando guionista y director son la misma persona Cuando guionista y director son la misma persona, el sueño de control total se hace realidad. No hay malentendidos de “yo entendí otra cosa”, porque la misma cabeza que imagina la historia es la que va a rodarla. Todo el proceso se unifica: escribes pensando en cómo vas a encuadrar, en cómo se va a mover la cámara, en qué puedes producir realmente. Eso da una coherencia enorme: el tono, el ritmo y el estilo visual suelen ir muy alineados con lo que había en el guion. Pero, claro, esa conexión total tiene un precio: pierdes distancia crítica. No hay nadie que te diga “esto que te encanta es rollo” antes de llegar al rodaje. Cuando lo haces todo tú, es fácil enamorarte de tus diálogos, tus escenas, tus planos soñados… y que nadie tenga la autoridad (o las narices) de sugerirte que cortes veinte páginas. El riesgo no es solo creativo, también mental: cargas con la responsabilidad de que si el guion no funciona y la dirección tampoco, no hay a quién echarle la culpa. En este modelo, el guion deja de ser un documento “cerrado” para convertirse en un proceso continuo. Escribes una versión, ensayas con actores, vuelves a reescribir, llegas al rodaje y sigues ajustando diálogos y acciones en función de lo que ves en el set. Y en montaje, rematas: quitas escenas, reorganizas, cambias el sentido de momentos enteros. No hay esa frontera clara de “hasta aquí el guionista, a partir de aquí el director”: es todo la misma corriente. Si eres guionista y quieres dirigir lo que escribes, conviene hacerte dos preguntas: ¿tengo realmente ganas de aprender el oficio de dirigir, con todo lo que implica de logística, liderazgo y decisiones técnicas? y ¿voy a crear un entorno donde alguien pueda llevarme la contraria? Porque si vas a ser autor total, necesitas rodearte de gente (montador, script, productores, actores) que te den feedback honesto. La conexión total es una maravilla… siempre que no te encierres en tu propia cabeza. Compañeros de crimen: el director como coguionista Cuando el director se convierte en coguionista, ya no hablamos de “mi guion” y “tu película”, sino de “nuestro engendro común”. Es escribir a cuatro manos: uno quizá domina más la estructura, el otro piensa más en imágenes y ritmo de puesta en escena, pero los dos van metiendo mano en personajes, escenas y diálogos. Las reuniones dejan de ser “te doy notas” para convertirse en tormentas de ideas: uno plantea una escena, el otro la levanta visualmente, vuelven al documento, tachan, reordenan… Es casi una mini writers’ room de dos personas. La gran ventaja de este modelo es que el director se sube al barco desde la idea, no cuando el guion ya está “cerrado”. Se discute tono, se comparten referencias, se mira juntos qué es producible y qué no. Muchas broncas típicas de “esto no es la película que yo quería” desaparecen porque la visión se ha cocinado en conjunto desde el principio. A nivel emocional también ayuda: las notas duelen menos cuando sabes que el otro no viene “a corregirte”, sino a construir algo que también siente suyo. Claro que no todo es idílico: si no se habla claro, aparece el monstruo de los egos. ¿Quién firma qué? ¿Guion de Fulanito con la colaboración de Menganito? ¿Guion de los dos? ¿El director entra solo como “idea original”? Y luego está el tema del poder: si el director manda en rodaje y en montaje, y además ha coescrito, el guionista puede sentir que se queda sin espacio propio. Por eso, en este tipo de relación, son básicos los acuerdos previos: créditos, dinero, forma de trabajo… y la decisión consciente de que, si vais a ser compañeros de crimen, las discusiones serán fuertes, pero siempre a favor de la película. El guionista escribe pensando en un director concreto Hay una situación muy curiosa: cuando escribes un guion pensando claramente en un director concreto. No es lo mismo escribir “un thriller” que escribir “un thriller para X director”. De repente, todo cambia: el tono, el tipo de escenas, incluso la cantidad de diálogo. Si sabes que es un director muy visual, quizá escribes más acciones y menos parlamentos. Si es alguien que ama los silencios, cuidas más lo que no se dice. Es como hacer un traje a medida: usas la misma tela (tu historia), pero cortas la chaqueta según el cuerpo y las manías de quien la va a llevar. La gran ventaja de esto es que el director siente el proyecto como algo suyo desde el minuto uno, incluso aunque todavía no lo haya leído. Notas que el guion “respira” como sus películas, que hay ecos de su estilo, de sus temas, de su forma de mover la cámara. Eso puede abrir puertas: cuando un director recibe algo que parece escrito con su voz, baja sus defensas, se interesa más, se imagina rodándolo. Y si encima logras sorprenderle dentro de su propio terreno, mejor todavía: le das lo que espera… pero con giros que no había visto venir. El riesgo, claro, es el enamoramiento unilateral. Tú escribes pensando en ese director, le pones su cara mentalmente mientras tecleas, y luego igual ni lo lee, o te dice que está liado, o te responde con un “está bien, pero no es mi momento para este proyecto”. Y entonces te quedas con un guion tan hecho a su medida que te preguntas: “¿Y ahora quién demonios se pone este traje?”. A veces hace falta una pequeña “despersonalización” posterior: revisar el guion, quitar tics demasiado asociados a ese director, abrirlo para que otro pueda hacerlo suyo. Por eso este modelo funciona muy bien si lo haces con cabeza: investigar el estilo del director, sí; incorporar su sensibilidad, también; pero sin hipotecar la historia. Lo ideal es que, si ese director dice que no, el guion siga en pie, listo para encontrar a otro cómplice. Escribir pensando en alguien puede ser una estrategia muy potente para entrar en su radar… siempre que recuerdes que, al final, tu verdadero compromiso no es con ese nombre propio, sino con la película que estás intentando hacer nacer. El guionista entrega el guion… y el director pide reescrituras Hay un momento clave en muchos proyectos: el guionista ya ha entregado “su” guion… y aparece el director con una sonrisa, un boli rojo y la frase mágica: “Tenemos que reescribir”. Ahí se define mucho más que unas páginas: se define la relación. Porque para el guionista ese PDF es casi un hijo, y para el director es el punto de partida de una película que todavía tiene que aterrizar en rodaje, actores, presupuesto y calendario. No es lo mismo escuchar “esto no funciona” que “¿cómo podemos hacer que esto funcione en pantalla?”. El contenido puede ser similar, pero el tono marca si la conversación será guerra o alianza. Cuando un director entra en un proyecto ya escrito, suele cuestionar tres cosas: qué se cuenta, cómo se cuenta y qué se puede rodar de verdad. A veces las notas tienen que ver con la producción: escenas carísimas, localizaciones imposibles, secundarios que disparan el presupuesto. Otras veces son de tono: una comedia que no acaba de ser graciosa, un drama que se hace bola, un final que no emociona. Y luego están las notas más profundas: “este personaje no me lo creo”, “no entiendo por qué hace esto en el tercer acto”. Ahí duele más, porque tocan hueso. La clave para sobrevivir a este proceso sin perder la cabeza (ni las ganas de escribir) es cambiar de chip: dejar de ver la reescritura como un juicio y empezar a verla como una segunda oportunidad. No se trata de decir que sí a todo, ni de resistirse a todo. Se trata de distinguir entre la nota concreta y el problema real. A veces el director propone una solución mala a un problema real; tu trabajo puede ser encontrar una solución mejor. Y también aprender a elegir tus batallas: hay escenas que puedes soltar sin drama y otras que de verdad sostienen el corazón de la historia. Esas son las que merece la pena defender… con argumentos, no con berrinches. Idealmente, la reescritura con el director debería ser una mesa de trabajo, no una sala de juicios. Un espacio donde el director aporte su visión de puesta en escena, su experiencia con actores, su lectura de cómo respira el público, y el guionista aporte estructura, matices de personaje, precisión de diálogos. Cuando eso ocurre, el guion crece. Cuando no, se convierte en un tira y afloja de egos. Y ahí, tanto si eres guionista como si eres director, conviene recordar una cosa sencilla pero fácil de olvidar: ninguno de los dos tiene la razón por sistema. La que manda, al final, es la película. Y a la película le da igual quién tuvo la idea, mientras llegue viva a la pantalla. Desconexión total: el productor compra el guion y el director ni te saluda La desconexión total es ese escenario en el que el productor compra tu guion… y tú desapareces de la película como si nunca hubieras estado. El proyecto entra en la maquinaria industrial: se adjunta a un “paquete” con director, reparto posible, coproductoras, plataforma interesada… y tú pasas a ser un nombre en la portada del PDF y, con suerte, en los créditos finales. El director llega al material sin haberte visto la cara, sin escuchar de tu boca de dónde viene la historia, y muchas veces sin sentir ninguna obligación de llamarte. No es (siempre) personal: es sistema. En este modelo, el guion se convierte en una especie de balón que va de pie en pie: lo reescribe otro guionista, se hacen versiones para una estrella, luego para otra, el director cambia y cada uno quiere “dejar su sello”. A veces tu idea original se mantiene, a veces solo sobreviven dos escenas y el título. Legalmente puede ser correcto —cediste los derechos, firmaste el contrato—, pero emocionalmente es duro: tú recuerdas las noches escribiendo aquello y de pronto ves que la película se parece más al resultado de una mudanza que a tu plano original. La parte complicada es cómo gestionarlo sin amargarte. Por un lado, está la aceptación: en cierto tipo de cine muy industrial, esto es lo normal. Has vendido un proyecto, te pagaron, te acreditan… y ya está. Puedes decidir no mirar más y usar ese crédito como carta de presentación para tus siguientes trabajos. Por otro lado, también puedes intentar estar presente: hay casos en los que, si muestras buena actitud y ganas de sumar, el productor o el propio director te invitan a una reescritura, a una lectura de mesa, a dar tu opinión. No siempre pasará, pero a veces pedirlo con educación abre puertas. Lo importante aquí es que tú decidas qué lugar quieres ocupar en tu carrera. Si buscas control creativo, este modelo no será tu hábitat ideal y quizá te convenga apostar por proyectos más autorales o por dirigir lo que escribes. Si aceptas jugar en ligas más industriales, te ayudará tener claro el pacto interno: “Este guion es mío mientras lo escribo; una vez lo vendo, se convierte en otra cosa”. Duele un poco, sí. Pero también tiene una cara luminosa: hay guiones que nunca se rodarían si no entraran en esa cadena de manos. Y aunque el resultado se aleje de tu versión soñada, cada proyecto que llega a pantalla, incluso deformado, te empuja un poco más en la industria. ¿Qué modelo te conviene como guionista? En este punto del pódcast toca la pregunta incómoda: ¿qué modelo de relación con un director te conviene a ti como guionista? Porque no todos estamos hechos para lo mismo. Hay guionistas que disfrutan siendo autor total, escribiendo y dirigiendo, asumiendo todo el control y todo el marrón. Otros son felices siendo coescritores del director, disfrutando de esas sesiones de ideas conjuntas. Y otros prefieren el modelo más industrial: escriben, entregan, cobran y pasan al siguiente mientras la película sigue su camino. Ninguna opción es mejor en abstracto; lo importante es que sepas en cuál te sientes menos desgastado y más creativo. Para aclararte, puedes hacerte algunas preguntas sencillas: ¿Te entusiasma la idea de estar en rodaje, hablar con actores, decidir planos… o te da una pereza tremenda y prefieres quedarte en tu cueva escribiendo? ¿Te va bien discutir y negociar ideas cara a cara, o te bloqueas cuando alguien te contradice en directo? ¿Necesitas tener el control sobre la historia hasta el último momento, o eres capaz de soltarla y asumir que otros la transformen? Tus respuestas ya te dan pistas de si encajas mejor en algo más autoral, más colaborativo o más “industrial”. También es clave elegir tus batallas. No todos los proyectos necesitan el mismo nivel de implicación. Habrá historias muy personales en las que quizá quieras estar pegado al proceso: acompañar al director, pedir estar en ensayos, revisar versiones de montaje. Y habrá encargos o ideas más pequeñas en las que te compensa hacer tu trabajo, cumplir plazos, aprender, cobrar y a otra cosa. No pasa nada por alternar: un proyecto “del alma” y otro más funcional pueden convivir perfectamente en tu filmografía… y en tu cuenta bancaria. Sea cual sea el modelo, hay tres habilidades que te van a ayudar siempre: comunicarte con claridad, poner acuerdos por escrito y no tomártelo todo como algo personal. Decir desde el principio qué esperas, escuchar qué espera el otro, pactar tiempos, versiones y niveles de implicación. Y luego, recordar que ni el guionista es un genio incomprendido por sistema, ni el director es un villano que viene a destrozarlo todo por deporte. Al final, se trata de esto: encontrar la forma de que tu talento y el suyo trabajen para la misma cosa, la película… y que tú salgas del proceso con ganas de escribir la siguiente, no de quemar tu teclado. El artículo 760. Guionista y director: guía práctica para trabajar juntos sin matarse se publicó primero en Academia Guiones y guionistas.



Guiones y guionistas