#183 La SILLA de trabajo perfecta ¿Existe?
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Desde que me embarqué en la odisea de encontrar la silla de oficina perfecta, mi vida ha dado un giro de 180 grados, o debería decir, de 360, porque después de probar innumerables sillas, me encuentro exactamente en el mismo lugar... pero con más dolor de espalda. Sí, soy Unai, y esta es la crónica de mi interminable búsqueda de la silla ergonómica ideal.
Todo comenzó cuando mi fiel compañera de metacrilato, tan estilosa como incómoda, decidió recordarme cada día que pasar largas horas editando fotos no es precisamente un paseo por el parque. Ahí estaba yo, adentrándome valientemente en el vasto mundo de las sillas ergonómicas, armado solo con mi determinación y un vago entendimiento de lo que realmente necesitaba. "Será pan comido", me dije a mí mismo, ignorante de la tormenta que se avecinaba.
El viaje comenzó en IKEA, santuario de los cazadores de gangas y laberinto de las decisiones domésticas. "Marcus", susurraron los pasillos, "Jojen Soler", murmuraron las estanterías. Pero, ¿cómo elegir entre tantas opciones, todas ellas prometiendo ser la solución a mis problemas de espalda pero ninguna lo suficientemente convincente? Luego estaban las famosas Herman Miller, el Ferrari de las sillas de oficina, con precios que harían llorar a mi cartera. "Inversión en salud", argumentaba mi mente práctica. "Podrías comprar un nuevo objetivo con ese dinero", susurraba mi corazón fotógrafo. El dilema era real.
Pero la búsqueda de la silla perfecta se complicó aún más cuando entraron en juego mis compañeras de piso, Julieta y Manuela, dos adorables pero destructivas felinas cuya opinión sobre las sillas se reduce a su potencial como rascadores de lujo. De repente, la resistencia al ataque de gatos se convirtió en un criterio crucial, uno que no estaba preparado para considerar. En este punto, me encuentro navegando por Amazon como quien busca un faro en la tormenta, descartando sillas por ser demasiado gamer, demasiado simples o, sencillamente, demasiado susceptibles a convertirse en la víctima de las afiladas garras de mis pequeñas destructoras de mobiliario.
Así que aquí estoy, contándote mi saga en busca de la silla perfecta, un viaje que ha tenido más vueltas que mi propia silla de metacrilato en un día de trabajo intenso. Si tienes una recomendación, por favor, házmela saber. Mientras tanto, seguiré en mi búsqueda, con la esperanza de encontrar esa silla ergonómica que no solo satisfaga mi espalda y mi estética, sino que también pase la prueba felina. ¿Será demasiado pedir? Tal vez. Pero en el mundo de la fotografía, y ahora en el de las sillas, la búsqueda de la perfección nunca termina.