Me CANSO tanto
Aborrecí todo mi TRABAJO que había hecho debajo del sol. (Ecl. 2:18)DEBAJO DEL SOL: EL TRABAJO CANSA, FASTIDIA Y FRUSTRAMuchos hoy le darían la razón a Salomón: ¡Oh Salomón, tú sí sabes hablar como nosotros hablamos al llegar el viernes por la tarde!“Ya me cansé”. No es solo una frase, es un grito existencial. No es simple fatiga muscular; es hartazgo del alma. El autor de Eclesiastés no se queja por pereza, sino por frustración, por decepción; ha trabajado, ha edificado, ha acumulado, ha producido… pero al final, todo parece polvo que se lleva el viento. El problema no es el trabajo en sí, sino el debajo del sol: una vida sin Dios, donde el sudor se vuelve sinsentido, y el esfuerzo parece alimentar solo al vacío.Bajo el régimen de este mundo caído, el trabajo muchas veces se siente como castigo, no como llamado. “Con el sudor de tu frente comerás el pan”, dijo Dios al hombre caído (Gén. 3:19). ¡Y qué bien lo sabemos! Jornadas interminables, jefes tiránicos, injusticias laborales, salarios que no alcanzan, tráficos que desesperan, rutinas que matan el alma lentamente. ¿Resultado? Cansancio. Frustración. Y hasta aborrecimiento. Pero gracias a Dios, no todo termina en Eclesiastés 2.VIDA RENOVADA, VISIÓN RENOVADACristo irrumpió desde arriba del sol. Y con Él, una nueva manera de ver la vida, y de ver el trabajo. El evangelio no solo redime almas, también redime agendas, empleos y escritorios. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es…” (2 Cor. 5:17), y eso incluye también una nueva forma de ver el lunes por la mañana.Ya no trabajamos como esclavos de Faraón, sino como siervos del Rey. Ya no dependemos del éxito, sino de Su providencia. Ya no buscamos identidad en nuestra productividad, sino en nuestra unión con Cristo."El creyente trabaja con gozo porque sabe que su labor no es en vano en el Señor" (cf. 1 Cor. 15:58).Lutero dijo que “el lechero glorifica a Dios ordeñando vacas”, si lo hace para la gloria de Dios. El creyente en Cristo, incluso cuando lava trastes, lo hace con gratitud, porque entiende que todas las cosas son santas cuando están en las manos del Santo.EL TRABAJO ES UN ESCENARIO DE DEVOCIÓNEl trabajo, en Cristo, ya no es martirio ni castigo, sino campo de adoración.Cada actividad—desde enseñar una clase, programar un código o barrer una calle—puede ser un altar. ¿Quién lo diría? Ese Excel lleno de fórmulas puede ser tu incienso matutino. Esa jornada con niños en casa puede ser tu liturgia. Esa venta lograda con honestidad puede ser tu cántico de alabanza. “Lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23).Dios derrama su bendición sobre nuestro trabajo cuando lo hacemos en obediencia y confianza. Él es quien da el poder para hacer riquezas (Deut. 8:18), y también quien nos sostiene cuando el fruto escasea. Nuestra dependencia no está en la nómina, sino en Su fidelidad.NI ÍDOLO, NI TORMENTO: EL TRABAJO ES UNA VOCACIÓN SAGRADAEl gran error en tiempos modernos no es solo aborrecer el trabajo, sino adorarlo. Lo convertimos en ídolo. Nos definimos por nuestro cargo, por nuestras conquistas laborales, por nuestro “éxito”. Así, el trabajo se vuelve un nuevo Faraón que no deja lugar para el descanso, ni para el alma. El cristiano que adora su trabajo terminará quemado, vacío y confundido.Pero Dios, en su sabia providencia, ordenó el descanso. “Seis días trabajarás; mas el séptimo es reposo para Jehová tu Dios” (Éx. 20:9-10). El descanso sabático no es pereza institucionalizada, sino un acto de resistencia espiritual: No vivo solo de pan, No soy esclavo de mi calendario, No dependo de mí, sino de Aquel que vela aún cuando yo duermo (Sal. 127:2).