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unaVidaReformada

samuel hernández clemente
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  • NO te hagas SORDO
    Los profetas de Dios nunca fueron artistas del aplauso ni bufones de la multitud. Eran trompetas del cielo, mensajeros celestiales con una sola tarea: hablar lo que Dios decía, aunque ello les costara la vida. Su oficio no era dar discursos motivacionales, sino arrancar la venda del pecado y señalar con dedo firme la necesidad de arrepentimiento. Eran voces que reprendían, confrontaban y corregían a un pueblo terco, a menudo más interesado en altares idólatras que en obedecer al Dios vivo. Por eso no fueron valorados ni celebrados, sino rechazados, despreciados, encarcelados y asesinados (cf. 2 Cr. 36:16; Mt. 23:37). Sin embargo, en sus labios ardía siempre la misma llama: el llamado inmutable de Dios a vivir en santidad y en sometimiento a su pacto.En el cumplimiento de los tiempos se levantó Cristo, el Profeta por excelencia, en quien se sintetiza y supera toda voz anterior. Él no vino con palabras prestadas, sino como la Palabra encarnada (Jn. 1:14). Su mensaje, como el de los profetas, no fue cómodo ni suave. A los que aman las tinieblas les resultó intolerable: su luz desenmascaró su hipocresía, su autoridad quebró sus tradiciones humanas, su pureza escandalizó su corrupción. El resultado fue el mismo: lo rechazaron y lo crucificaron. Sin embargo, en esa aparente derrota brilló la victoria. A quienes creen, su voz es vida, su verdad es libertad y su luz es salvación eterna.Por eso, no te hagas sordo. No tapes tus oídos con el ruido del mundo ni con las excusas del corazón. La voz de Cristo sigue sonando en la Escritura, cortante como espada, pero también tierna como bálsamo. A los rebeldes, es amenaza; a los arrepentidos, es consuelo. No hay neutralidad - O te rindes a Cristo o pereces en tu extravío.Los profetas fueron la voz de Dios reprendiendo al pueblo por su hipocresía y llamándolos al arrepentimiento. Ellos denunciaron sacrificios sin corazón, culto sin obediencia, religiosidad sin frutos (Is. 1:11-17; Jer. 7:4-11; Am. 5:21-24).El sermón del monte retumba con ese mismo eco profético: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt. 7:21). Jesús, el Profeta por excelencia, no suaviza la exigencia: la gracia no anula la obediencia; la reprensión divina es medicina amarga pero necesaria.
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    43:39
  • En el FRUTO está el detalle
    EN EL FRUTO ESTÁ EL DETALLEEl cristianismo no es un discurso elegante, ni un accesorio colgado al cuello, ni una pasadía religiosa de domingo por la mañana. No es un maquillaje espiritual para esconder un corazón sin vida, ni una tarjeta de membresía para presumir en círculos eclesiásticos. El cristianismo verdadero es un estilo de vida; es respiración, es obediencia, es raíz y fruto. Cristo mismo lo dijo sin rodeos: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20). Dicho en palabras sencillas: sin fruto, no te creo.“Por sus frutos los conoceréis”. No por sus discursos, no por sus publicaciones en redes sociales, no por sus credenciales ministeriales. Sino por sus frutos. La fe verdadera se ve, se palpa, se huele. Si no hay fruto, el discurso es mentira. El cristianismo auténtico es mente renovada, conducta santa, lavamiento real, entrenamiento constante, teoría vivida, práctica evidente, madurez creciente y, sobre todo, Cristo encarnado en nuestra carne frágil.El cristiano puede fallar, pero no puede vivir estéril. Puede tropezar, pero no puede permanecer sin fruto. Porque donde Cristo planta su semilla, allí brota vida.Así que la pregunta es directa: ¿hay fruto en ti? Porque si no, hermano, con todo respeto: sin fruto, no te creo.
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    35:17
  • Actívate
    El Sermón del Monte, esa magna carta del Reino, no fue pronunciado por Cristo para deleitar a oídos perezosos ni para adormecer a almas indolentes. Fue predicado para convocar a un pueblo que, habiendo sido reconciliado con Dios por gracia, viva activamente en obediencia al Rey. La gracia no produce vagos espirituales, sino siervos diligentes.Basta detenerse en los verbos que Jesús emplea: “Pedid… buscad… llamad… entrad… guardaos…” (Mt. 7:7,13; 6:1). Cada uno de ellos describe acción, movimiento, esfuerzo. No hay aquí contemplación pasiva ni religiosidad estática, sino una vida en constante tensión hacia la piedad.El apóstol Santiago es contundente: “La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Stg. 2:17). Con otras palabras: la oración sin obediencia no es fe, sino autoengaño. Si alguien ora por santidad, pero acaricia su pecado, no está buscando a Dios; está usando a Dios como excusa. Si alguien ora por provisión, pero rehúsa trabajar con honradez, su oración es una burla. Como bien ironizaba Lutero: “Ora como si todo dependiera de Dios, y trabaja como si todo dependiera de ti”.
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    41:56
  • Nuestra LUCHA comienza en CASA
    Vivimos en tiempos convulsos. La cultura que nos rodea se ha vuelto un campo de batalla donde se enfrentan dos cosmovisiones irreconciliables: la del Reino de Dios y la del mundo caído bajo el maligno. “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Las ideologías anticristianas intentan redefinir lo que significa ser humano, matrimonio, familia, identidad, moralidad y hasta verdad. Pero el creyente debe recordar que el Señor no ha puesto la victoria de Su Reino en las manos de parlamentos o de modas sociales, sino en la fidelidad de Su pueblo, comenzando desde la célula más íntima: el hogar.La Escritura nos recuerda que la batalla espiritual no se libra con armas carnales, sino con armas poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Co. 10:4). Y esas armas se forjan y se blanden primero en el contexto del pacto familiar. El futuro de la iglesia, de las naciones y de la cultura misma se decidirá en los altares familiares, en los matrimonios santos y en la crianza fiel de los hijos. El hogar es la primera trinchera, y Cristo es el General que dirige a Su pueblo en esta guerra.
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    42:46
  • Una didáctica del PACTO
    La doctrina del pacto no es una simple categoría teológica, sino un marco integral para comprender toda la revelación bíblica, el obrar redentor de Dios, y la vida del creyente en relación con su Señor. El pacto revela no solo la fidelidad inquebrantable de Dios, sino también la forma en que Él se relaciona con su pueblo, lo forma, lo exhorta, lo disciplina y lo consuela. Por tanto, todo pasaje de la Escritura puede y debe abordarse a la luz del pacto, ya que en cada uno encontramos huellas de la relación pactual que Dios ha establecido con la humanidad, desde Adán hasta Cristo, y de Cristo hasta la Iglesia hoy.Esta es la tercera parte de la conferencia "HERMENÉUTICA DEL PACTO PARA UNA DIDÁCTICA REFORMADA" que tuve el privilegio de compartir en el congreso educativo de la UNIÓN NACIONAL DE MAESTROS DE IGLESIA celebrado en agosto/2025Las otras dos partes de esta conferencia son:1) Pactomicina, qué buena medicina2) La bendición de Habitar con Dios
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    32:18

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Acerca de unaVidaReformada

mirando la vida desde la perspectiva de Dios
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