Las doctrinas y las reglas tratan la conducta, pero no sanan las fracturas en lo profundo de nuestra alma. En cambio, la gracia actúa desde dentro, a nivel del corazón. Si comprendemos que tenemos debilidades que nos superan, Jesús estará cerca de nosotros; sólo necesitamos ser sinceros, confesar nuestros pecados y arrepentirnos. La gracia y el amor del Señor son incondicionales. Él no nos abandonará porque hayamos tenido un aborto, nos hayamos embriagado, o hayamos mirado pornografía. ¡Él nos ama y nos ha hecho parte de la familia real por toda la eternidad!
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Viva en el vecindario de Dios (Marcos Witt)
Hoy puede ser el día para mudarnos de vecindario y dejar atrás el temor, el enojo, la depresión, el estrés, la preocupación y el pecado. Vayamos al vecindario de Dios, donde abundan el pan, el gozo, la prosperidad, el agua fresca y la sanidad. No hace falta viajar a ningún lugar, ni realizar peregrinaciones o pagar mandas. El precio de vivir en Sion ya fue pagado por la sangre de Jesús. Sólo necesitamos levantar las manos y adorarle, gritar de júbilo, elevar una oración y entregarle nuestro corazón en alabanza. En cualquier lugar donde Dios es exaltado, allí Él desciende, habita... ¡vive!
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La misma vieja espada
¿Qué ocurre cuando nos conformamos con asistir los domingos a la iglesia, sin mirar más allá del techo que nos cubre? El simple hecho de creer en Dios, congregarnos con regularidad, participar en congresos religiosos o haber entonado cientos de alabanzas no nos convierte en verdaderos cristianos. Para seguir a Cristo no necesitamos teologías novedosas ni más cumbres proféticas, sino volver a la fuente, a los fundamentos... a las viejas armas espirituales. Nuestras convicciones, nuestro propósito, nuestra adoración y nuestro gozo son las espadas que siguen funcionando hoy como hace siglos. ¡Empuñemos cada día las viejas espadas del Reino!
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Una tormenta diseñada a tu medida
El desánimo suele llevarse la mejor versión de nosotros. Pero el hecho de haber fracasado en algo, de estar metidos en un lío sin tener respuestas, o de haber perdido el gozo porque nuestra carne es débil, no cambia lo que somos: seguimos siendo una princesa o un príncipe ungidos. Dondequiera que nos encontremos en este momento en la vida, es algo pasajero. No permitamos que una simple temporada frustre la promesa eterna que Dios nos ha dado. Recuerda: ¡Es la tormenta la que produce el milagro!
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Cruzando mis límites
Muchas personas enfrentan dificultades para establecer límites personales, y en algún momento de su vida pueden llegar a perder el propósito de su llamado. Por ello, resulta esencial comprender la importancia de fijar límites adecuados. Nuestra vida -en sus dimensiones emocional, sicológica y espiritual- requiere de parámetros claros que definan quiénes somos y quiénes no somos, y que estén orientados a resguardar la integridad de nuestro corazón. Cuando no aprendemos a poner límites claros, corremos el riesgo de tomar decisiones determinadas no por nuestras convicciones, sino por las emociones o expectativas de los demás.