Dicen que las paredes guardan memoria. Que un lugar puede vaciarse de muebles… pero no de intenciones. Esta noche, acólitos del terror, les abrimos la puerta de un piso en alquiler. No tiene fotos. No tiene historia. Solo espera. Porque no todo hogar necesita habitantes… a veces, solo necesita a uno solo. Y que ese uno esté lo bastante hueco como para dejarse llenar.
“Se alquila” no es un aviso. Es una trampa. Y una vez que entras, ya no queda nadie para salir.
Bienvenidos a Espanto. Donde el espacio vacío… nunca está del todo solo.
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39:00
La cáscara
Acólitos del terror…
Hay cosas que solo se ven en la carretera cuando nadie más está mirando.
Cuando la noche es cerrada, el motor ruge como un corazón nervioso y el bosque se vuelve una boca abierta.
Esta vez, lo que escucharán no es una historia. Es un testimonio. Crudo, entrecortado, real.
Un camionero, un trayecto solitario, y la figura pequeña —demasiado pequeña— de un niño a un lado del camino.
Pero lo que encontró entre los árboles no era un niño.
Era una forma prestada. Una piel vacía. Una cáscara…
Algo había adentro. Algo que quería ser visto.
Y lo fue.
No hay mapa que te lleve a ese lugar.
Solo la voz de quien volvió para contarlo… o al menos, para intentarlo.
Prepárense, acólitos.
Esta vez, no hay adentro ni afuera. Solo está la cáscara
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41:00
No cesa
Acólitos del terror…
Esta noche, abrimos las puertas a una historia donde el agua no limpia ni arrastra: devuelve.
Lo que alguna vez se perdió bajo las olas no descansó… esperó.
Una mujer sola. Una casa frente al mar.
Y una carta —empapada, deformada, imposible— que la marea empuja hasta su puerta.
Solo cinco palabras: No mires al agua.
Pero, ¿cómo ignorar lo que llama desde lo profundo? ¿Cómo cerrar los ojos cuando lo que acecha tiene el rostro de un hermano muerto hace años?
Esta historia no habla del mar.
Habla de lo que se arrastra fuera de él.
Prepárense, acólitos.
Lo que van a oír… no cesa.
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39:18
El ojo del gato
En Almagro, bajo la restauración inocente de un palacio antiguo, algo despierta.
No es historia. No es arte.
Es una presencia.
Un ojo oculto tras muros centenarios, observando… esperando.
Cuando los restauradores rompen el sello de una puerta olvidada, no solo liberan un secreto.
Liberan una devoción profana, una fe extinguida a la fuerza… y con ella, el eco de un culto dispuesto a resurgir.
Hay cosas que es mejor dejar enterradas.
Pero ya es tarde.
Escucha “El ojo del gato”… si te atreves a mirar.
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30:00
La Arpía
Esta noche, acólitos del terror, descendemos a un reino donde lo cotidiano se pudre en lo imposible. Un estacionamiento abierto las 24 horas… luces de neón parpadeando, cámaras que no ven nada… y una figura que no debería estar allí. Algo espera entre los autos dormidos. No es humana, pero conoce nuestras formas… y nuestras debilidades.
“La arpía” no grita… susurra. Y una vez que la escuchas, ya no puedes olvidarla.
Apaguen las luces. Silencien el mundo. El horror ha venido a reclamar su lugar. Bienvenidos a Espanto.