El Puerto de Lunada, una carretera sin ley: así fue el accidente que costó la vida a cuatro jóvenes de Lunada
Esto es un extracto de la Tertulia de AutoFM que se emite cada jueves en Onda Cero
La noche del 15 de marzo de 2025 la CA-643 volvió a demostrar que una carretera puede ser tan letal como cualquier imprudencia humana. En un descenso estrecho, sin arcén, iluminado solo por la luna y los faros, un turismo ocupado por cuatro jóvenes de poco más de veinte años se despeñó por un talud de trescientos metros. Todos murieron al instante. El siniestro —no por casual sino por causas— desnudó un rosario de incumplimientos acumulados desde los años sesenta: calzada real de apenas 4,10 m donde la norma de 1964 exigía ocho y la vigente, al menos siete; ausencia total de barreras homologadas EN 1317; viejos guardacantones de los treinta, muretes de obra arcaicos, varillas nivométricas clavadas como estacas de museo. “La Administración debía garantizar ‘las mejores condiciones posibles de seguridad’ y lo sabía”, denuncia el experto José Lagunar, que invoca el artículo 57 de la Ley de Seguridad Vial, el 139 del Reglamento y, en última instancia, el 385.2 del Código Penal: seis décadas sin restituir una vía peligrosa pueden constituir delito.
La seguridad activa también estaba en quiebra. Las líneas de borde, discontinuas donde debían ser continuas, se habían borrado bajo sal y nieve; faltaba la marca central y los hitos de arista que la OC 309/1990 hace obligatorios. El único panel direccional exigía ocho segundos de lectura —cuatro veces el máximo recomendable— y mezclaba peligros y reglamentación en un cóctel que saturaba la vista del conductor. Tampoco había señal alguna de gálibo: por esa lengua de asfalto de 4,10 m pueden circular legalmente vehículos de 2,55 m de ancho; dos de ellos frente a frente no tienen escapatoria sin invadir la cuneta. “No es un problema de pericia del conductor —insiste Lagunar—; con esas cifras la física sentencia”.
Las advertencias no faltaron. En 2017 llegaron informes a la DGT, al Servei Català de Trànsit y al Gobierno Vasco alertando de la anchura insuficiente y de la ilegalidad de los sistemas de contención, pero nada cambió. La lista de remedios era clara: ensanchar la calzada o restringir el paso a pesados, instalar barreras certificadas, repintar con pintura reflectante, poblar las curvas de hitos y señalizar la estrechez. Nada de ello se hizo. “El artículo 9 de la Constitución obliga a la Administración a acatar el ordenamiento —recuerda— y el 17 garantiza la propia seguridad personal, que incluye la vial. Aquí se quebraron ambos”.
Hablar de posibilidad de evasión resulta casi irónico: sin referencias laterales, sin barreras y con un carril más angosto de lo reglamentario, basta un leve desvío para precipitarse. Por eso Lagunar concluye que la lección trasciende la tragedia concreta: los fallecidos no son víctimas solo de un error humano sino, sobre todo, de una infraestructura inservible que vulnera normas desde hace medio siglo. Mientras no se invierta en seguridad pasiva y señalización, sentencia, la historia se repetirá. Mantener la carretera, insiste, también es salvar vidas.
Este episodio no habría sido posible sin la investigación y posterior denuncia realizada por Juan Carlos Toribio de IMU. Todo la información en: https://go.ivoox.com/rf/143596746
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Fernando Rivas: https://www.linkedin.com/in/fernando-rivas-4965681a8/
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