Meditación
Meditación
+ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu creador. Y renueva la faz de la tierra.
Oh, Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Actos introductorios de fe, esperanza y caridad
Estos actos se hacen en diálogo directo con Dios de manera breve y espontánea, sin necesidad de recurrir a fórmulas escritas. Nos introducen en la oración por ser, ellos mismos, contenido esencial de la oración, que consiste en creer, esperar y amar. Indicamos algunas palabras e imágenes evangélicas que pueden ayudar, aunque cada quien encuentra las suyas y las cambia, según avanza su trato cordial con Dios y su Palabra.
Fe: toma conciencia de que estás en presencia de Dios todo- poderoso, hablando con Él. «Padre nuestro». Puedes recordar el momento en que Jesús dice al incrédulo Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». A lo que Tomás responde, en palabras que expresan su renovada fe: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 27-28).
Esperanza: confía en Dios como tu supremo bien, tu Salvador, de quien esperas confiadamente gracia y ayuda para tu indigencia. «Venga a nosotros tu reino». Puedes recordar el momento en que el hijo pródigo regresa a la casa del padre, y él le recibe con un anticipo de la vida en el Reino: «Traed el mejor traje y vestidle; ponedle un anillo en el dedo y calzadle unas sandalias. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado» (Lc 15, 22-24).
Caridad: toma conciencia de que Dios es tu Padre y tú, su hijo amado. Dirígete a Él como un hijo a su padre y escúchale.
«Hágase tu voluntad. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Puedes recordar los momentos de convivencia fraterna entre Jesús y sus discípulos; o Betania, en la casa de Lázaro; o el momento supremo de su entrega hasta el extremo, con María y Juan, al pie de la Cruz.
Pide ayuda a Cristo y a María para hacer provechosamente la meditación.
Al terminar la meditación da gracias a Dios. Puedes usar la oración conclusiva.
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