En 1619, una de las señoras más relevantes del panorama aristocrático español decidió abandonar la incomodísima opulencia de la gorguera para abrazar la sobriedad estética del recatamiento nuncore. Juana Hurtado de Mendoza y Enríquez le dijo adiós a la suavidad del terciopelo, a la viveza de los arreboles y al frescor de los búcaros para abrazar con entusiasmo el jergón, la toca y el cilicio: un felicísimo camino que la llevó del pussy palace que compartía con el casquivano de su marido y el criptobro de su hijo al jolgorio comunal femenino de las carmelitas descalzas de San José de Sevilla. Acompañadnos, amigas, en este recorrido por maternidades disidentes, pleitos por herencias millonarias, toneladas de papeles manuscritos, penitencias extremas, carmelitas aristócratas, encargos literarios interconventuales, cuerpos incorruptos, y sobre todo, ahora que nadie puede parar de hablar de ellas, muchísimas muchísimas muchísimas monjas.
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Tropicoquetas post mortem
Con el destello de las flores de madera doradas que adornan la bóveda de la iglesia del Museo Santa Clara de Bogotá llameándonos en las mejillas y el corazón, y con el felicísimo auspicio de la decimotercera edición del Festival Gabo, en este episodio neogranadino nos dejamos poseer por el espíritu de las monjas de este antiguo Real Convento santafereño para rastrear una genealogía clarisa tropicoqueta que desemboca irremediablemente en Karol G. Ritos mortuorios conventuales, retratos postmortem, coronas, repintes, desenterramientos de dudosísimo gusto, toqueteos cadavéricos y los cien mil rostros de Sor Gertrudis de Santa Inés, el Lirio de Bogotá. Si no puedes vivir ni un segundo más sin conocer cada detalle sobre el glow up barroco definitivo y si estás convencida de que ha llegado para ti el día de imaginarte a un grupo de expedicionistas dominicas de ultratumba contoneándose al ritmo de “los quiero ver con las manos pa’rriba, bailando, sin pena sin pereza, que el meneíto apenas empieza”, dale corriendo a play.
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Hiperglucemia barroca
En el año 1700, en un tratadito titulado Talentos logrados, en el buen uso de los cinco sentidos, el jesuita Diego Calleja no podía sino escandalizarse ante la mera existencia del azúcar. No se contentó el apetito de la barata dulzura en la miel, pareciéndole que era cosa muy fácil —chillaba el jesuita—, y trazó los Ingenios de azúcar, donde el precio de los materiales, la muchedumbre de los artificios y solicitud de cuidados es indecible. Abandonando por un día, y sin que sirva de precedente, el comedimiento de nuestro sobrio cuadradito de chocolate, hoy nos adentramos, arropadas por Diego Callejo y un ejército de moralistas y coadjutores jesuitas, en nuestro episodio más hiperglucémico hasta la fecha: encarnizados pleitos sobre bizcochos de soletilla en Barcelona, trampantojos esculpidos en alcorza en el Reino de Chile, relatos de explotación azucarera en Barbados. Del fervor repostero de las clarisas chilenas a Rosalía y el pastelero Cédric Grolet pasando por los pleitos gremiales más golosos del siglo XVII, os demostramos que el azúcar es y siempre será una irresistible ilusión multisensorial, el disfraz goloso de complejísimos flujos de producción, explotación, manufactura y consumo. Si queréis saber cuántas onzas de harina hacían falta en el siglo XVII para hornear unos bizcochos de sepulcro, dadle corriendo a play.
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“Y si muriere en el camino”: Concilio de Trento
Más abrigadas que nunca por la seriedad abanderada del amparo institucional, y pasmosamente legitimadas por las altas jerarquías de nuestro tiempo, nosotras tan habituadas a sugerir cruisings calenturientos entre Felipe II y su jerónimo favorito, tan dispuestas a hurgar todo lo que haga falta hasta encontrar el lado más blandurrio y anti-canónico de Lope de Vega, nos vemos hoy sentadas en el auditorio del Ministerio de Cultura con ocasión de la inminente celebración de Mondiacult, la cumbre internacional de ministros de cultura que el ministerio organiza en colaboración con la UNESCO y que se celebrará en Barcelona entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre. Rodeadas de tantísima oficialidad ministerial, para sumergirnos en lo que supone juntar a 194 dirigentes de 194 nacionalidades para intentar ponerlos de acuerdo sobre algunos de los temas más cruciales de la cultura contemporánea solo había un acontecimiento de nuestros siglos más favoritos al que volver la mirada. Bienvenidas, amigas, al episodio que nunca supisteis que necesitábais, pero sin el que ya no podréis vivir. Bienvenidas, amigas, AL CONCILIO DE TRENTO. Dieciocho años de contiendas burocráticas, de subalquileres arzobispales, de small talk en latín, de enfrentamientos demasiado testosterónicos, de teólogos con labios carnositos y de sutiles cruisings ecuménicos. Si no puedes aguantar ni un segundo más sin saber cuál fue el insulto tridentino por excelencia o cuántas horas tardaba en llegar un decreto desde Trento hasta Roma, dale corriendo a play.
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“Dios me inclinó a eso”: mudanzas conventuales
Agitadas, exaltadas y jolgoriosas por los principios de nuestra temporada más cargada de novedades, en este episodio aprovechamos nuestra propia mudanza conventual para llevaros de la manita por las incertidumbres existenciales que asaltan a toda chica enfrentada al abismo de elegir el carisma que regirá el resto de su vida espiritual: un camino sinuoso e intermitente guiado por el irremediable anhelo de identificación, el hambre de reconocimiento y ese deseo de completud que solo puede proporcionarte ingresar en el convento de una orden que te haga susurrar, suavito pero firme, “Es que soy yo LITERAL”. Bienvenidas, amigas, a un recorrido por cada detalle del día en que Sor Juana Inés de la Cruz dijo adiós a las carmelitas descalzas de Ciudad de México para enfundarse su hábito blanco y su escapulario marrón, colgarse su venera e ingresar en las jerónimas, y por cada menudencia del día en que Santa Teresa cerró el portón de la Encarnación de Ávila para dejar atrás a las carmelitas calzadas, descalzarse y emprender la reforma carmelita. Caídas estrepitosas por escaleras, anhelos de drag kings jesuitas, fantasías de un Architectural Digest conventual y hasta, recurriendo a Deleuze (!), un agujero espaciotemporal donde todas las criaturitas de ese barroco nuestro perpetuamente elástico conviven en proxemia y armonía. Muchísimas excusas para esquivar, y al final sucumbir, a la epidemia auto-identificativa. Si no puedes vivir ni un segundo más sin descubrir a qué orden pertenecerían Aixa de la Cruz, Laura Weissmahr y Miguel Agnes, y si necesitas saber el número exacto de almohadas que incluía la hoja de dote de Santa Teresa, dale corriendo a play.
Todo lo que te esté pasando a ti ya le pasó a alguien los siglos XVI y XVII. Bienvenidas al rinconcito terapéutico del ahistoricismo deliberado: monjas, vidas menudas, disecciones barrocas, entusiasmo carmelita, estrellatos transepocales, pecados nefandos y mucho más.
El podcast que te hará tatuarte el dogma de la Inmaculada Concepción.