LEDC Volumen I Parte VI: De cómo fue preciso elegir entre absolutismo y liberalismo
Bienvenido, fiel escucha, a un nuevo episodio de la Tribu Estoica. Continuamos un día más con la serie de Los Enemigos del Comercio, y andando en nuestro periplo llegamos a la industrialización. Recordemos la situación precedente: una gran masa de campesinos que trabajan de sol a sol con el único objetivo de sobrevivir. Bien es cierto que ya se han producido empresas que buscaban el beneficio económico, y hay hombres valientes que se embarcaban en proyectos de considerable riesgo y potencial beneficio, pero la inmensa mayoría de manos seguían ocupadas en sacar alimento de la tierra. En esta época, ya bien entrados en el siglo XVII, se pensaba que los salarios bajos eran productivos porque obligaban a quién los recibía a trabajar sin descanso, con el agua constantemente al cuello en una lucha sin fin. Sin embargo, los datos nos demuestran lo contrario: que un campesino mejor pagado segaba más que su compañero con peor sueldo, como ocurría en Prusia frente a Polonia.
De todas maneras, el gran cambio demográfico, de organización de ciudades e intelectual se producirá gracias a la invención de la máquina de vapor que, aplicada a la industria, provocará que el campesinado fluya libremente del campo a la ciudad para tratar de encontrarse entre los afortunados que finalmente consiguen salir a flote y convertirse en clase media. No obstante, cuidado con esto, porque la masa de desarraigados que llegan a las ciudades, si no consigue semejante ascenso, será carne de cañón para populistas, como tendremos la ocasión de ver más adelante. Ponte cómodo, porque empezamos.
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