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Escríbeme pronto

Jennifer McNamara
Escríbeme pronto
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5 de 16
  • Tu creatividad tiene fecha de muerte
    Esta semana estuve limpiando mi computadora y me topé con carpetas que no había abierto en años. Me sentí abriendo un ataúd digital. Ahí estaban: capturas de pantalla de conversaciones que ya no puedo abrir, fotos descargadas de perfiles que se cerraron o cambiaron de nombre.¿Te has puesto a pensar en todo lo que ha muerto en internet? No hablo solo de personas —que también— sino de sitios web, aplicaciones, memes, videos virales que un día desaparecieron como si nunca hubieran existido. Internet está lleno de fantasmas digitales, y hoy quiero que exploremos juntos este cementerio virtual.El menú de hoy incluye una página web que es como una máquina del tiempo 🌐, un recorrido por videos malditos del pasado 👻, un cuento sobre perfiles que no se pueden borrar 🖋️ y una reflexión sobre cómo lloramos en la era digital 💭.¿Sabías que puedes visitar cualquier página web tal como se veía hace 10, 15 o 20 años? La Wayback Machine es básicamente una máquina del tiempo digital que ha estado guardando copias de internet desde 1996. La Wayback Machine es la tía que guarda tus fotos sin ropa en Internet.Es fascinante y deprimente a la vez. Puedes ver cómo se veía Facebook cuando aún necesitabas email universitario para registrarte, o revisar tu blog de Tumblr de la preparatoria que creías perdido para siempre. También puedes llorar un poquito viendo sitios que fueron enormes y ahora ni existen: Metroflog, Hi5, o la versión original de MySpace donde todos éramos expertos en HTML porque sabíamos poner música de fondo.La página te deja buscar cualquier URL y ver todas las capturas que han tomado a lo largo de los años. Es como hojear un álbum de fotos de internet, donde cada captura es un momento congelado en el tiempo digital. Algunas páginas tienen cientos de capturas, otras apenas unas pocas antes de desvanecerse para siempre.Mi recomendación es que busques sitios que solías frecuentar o incluso tu propia página web si tuviste alguna. Prepárate para una montaña rusa emocional entre nostalgia y vergüenza ajena. Es probable que te topes con tu firma de email de la secundaria que decía algo como "AnGeL dE aMoR".Puedes acceder en archive.org/webPara cierta generación, hay videos que arruinaron la infancia. ¿Recuerdas cuando "Obedece a la morsa" te quitaba el sueño? Para los conocedores de video de miedo, el “cupboard ghost” o “pantry ghost” (el fantasma de la alacena) era espantoso y a mí me quitaban las ganas de ir a la cocina de noche. Hubo una época dorada del terror en internet, cuando los videos virales nos traumatizaban.Era el internet de principios de los 2000, cuando no teníamos Netflix y nos conformábamos con videos de tres minutos que se tardaban media hora en cargar. Los "screamers" o “jumpscares” eran lo máximo del entretenimiento digital. ¿A qué me refiero? Videos que parecían normales hasta que, de repente, aparecía una imagen terrorífica con un grito que te hacía tirar la computadora. Como el famoso del cochecito en una campiña. Y en esa época no podías adelantarle para ver el “preview” del video.Estos videos fueron los primeros memes de terror. No existían las redes sociales como las conocemos ahora, así que los compartíamos por email con asuntos como "TIENES QUE VER ESTO" o "NO LO VEAS DE NOCHE".Muchos de estos videos ya no existen. YouTube los borró por violar políticas de contenido, o simplemente los sitios web donde estaban hospedados murieron. Son fantasmas digitales que viven solo en nuestra memoria colectiva y en algún que otro backup perdido en un servidor abandonado (probablemente en el sótano de alguien que aún usa Internet Explorer).Lo curioso es que estos videos tenían algo que el terror actual no tiene: inocencia. Nos asustábamos con jumpscares básicos porque internet aún era territorio inexplorado. No teníamos spoilers, no existía Google o ChatGPT para buscar "qué pasa en el video de la morsa". Solo existía la valentía de darle play y rezar para no morir del susto.Pues a propósito, la única influencer que sigo, sacó un video rememorando estos videos. Ella es muy divertida y se llama Estibaliz. Te dejo el video en YouTube en donde agrupa todos estos videos que marcaron su infancia.Perfil activoCamila descubrió algo extraño en la cuenta de WhatsApp de su hermana tres meses después del funeral.Al principio pensó que era un error del algoritmo. Lucía aparecía “activa hace 2 minutos”.“Debe ser que alguien tiene su contraseña”, se dijo Camila. Pero cuando contactó a sus padres, ambos juraron que no habían tocado el teléfono de Lucía desde que lo recogieron en el hospital.La primera vez que vio “en línea” junto al nombre de su hermana en el chat, se le encogió el estómago. Era medianoche. Camila escribió: “¿Qué haces con el teléfono de mi hermana?”, pero el mensaje se quedó con dos palomitas grises, nunca fueron azules.Días después, las cosas se volvieron más extrañas. Lucía, o la persona que se había apoderado de su cuenta, había dado like a una foto reciente de Camila.Camila decidió ir a ver a sus papás. Necesitaba ese teléfono.Lo encontró en el buró de la recámara de Lucía, exactamente donde lo habían dejado. La pantalla estaba negra, la batería completamente agotada. Había estado así por semanas.Mientras la familia comía en silencio, Camila revisó las cuentas de su hermana cual stalker empedernido y corroboró que hasta las listas de reproducción de su hermana se habían actualizado el día anterior. Y no con cualquier cosa. Con una canción nueva que Camila había oído una mañana y la había hecho llorar. “Le hubiera encantado a mi hermana”, pensó.Esa noche, Camila lo intentó de nuevo, pero diferente:“¿Lucy?”“Hola, apestosa, te extrañé”.Muy a su pesar, Camila sonrió de oreja a oreja.Internet prometía ser eterno, pero resulta que es más frágil que el papel. Los blogs que escribimos con tanto cariño pueden desaparecer si no se renueva el hosting. Las fotos que subimos a servicios gratuitos se esfuman cuando la empresa quiebra. Los videos que nos marcaron son borrados por copyright (como que ya no encuentro los videos de dada88 que incluyen éxitos de Disney como “Bibi te embarra sus boobs”),Luego están las personas. Cada año que pasa, más perfiles se convierten en lápidas digitales. Es extraño el duelo en la era de las redes sociales. La conversación de Whats con el fantasma a quien le hago cuentos ya no existe. Sus tuits ahí están, menos mal.Pero ahora los muertos siguen recibiendo felicitaciones de cumpleaños y sus últimas fotos acumulan reacciones de corazón como flores en una tumba. Claro, nunca falta el despistado que se entera en redes que una persona falleció.¿Cómo se supone que procesemos la pérdida cuando el timeline de alguien sigue ahí, intacto, esperando? Facebook convierte los perfiles en memoriales, pero ¿qué pasa con las conversaciones privadas? ¿Con esos audios de WhatsApp que nunca escuchamos y que ahora son lo último que tenemos de esa voz?Hay algo inquietante en la manera en que internet conserva y borra a la vez. Guardamos capturas de pantalla de conversaciones como si fueran cartas de amor, pero perdemos años de música porque Spotify cambió su catálogo. Tenemos acceso a información infinita, pero los memes que nos hacían reír hace cinco años ya no los encuentra ni Google.En medio de esta fragilidad digital han surgido los arqueólogos modernos: personas dedicadas a preservar y rescatar los restos de internet. No excavan en tierra, sino en servidores abandonados, discos duros olvidados y backups perdidos. Son como Indiana Jones, pero buscan comerciales de cereal de los 90.Hay comunidades enteras en Reddit dedicadas a encontrar videos “perdidos”, como r/lostmedia. Son detectives digitales que rastrean episodios perdidos de programas infantiles, o videojuegos que solo existieron en demos. Utilizan hilos de Twitter, foros abandonados y testimonios de usuarios para reconstruir la historia de contenido que parecía perdido para siempre.También existen proyectos como Archive Team, un grupo de voluntarios que se dedica a rescatar sitios web antes de que mueran. Cuando se anuncia que un servicio va a cerrar, estos arqueólogos digitales corren contra el tiempo para descargar todo lo que puedan.Lo fascinante es que esta arqueología digital funciona igual que la tradicional: piezas fragmentadas que hay que ensamblar para entender una época. Un meme de 2009 nos dice tanto sobre esa época como una vasija nos habla de una civilización antigua. Los comentarios de YouTube de hace diez años son nuestras nuevas inscripciones en piedra… probablemente igual de incomprensibles para las futuras generaciones.Algunos de estos arqueólogos trabajan por nostalgia personal pero otros lo hacen por preservación histórica. Entienden que estamos viviendo el mayor experimento comunicativo de la humanidad y que perder esos datos sería como quemar la biblioteca de Alejandría todos los días. En lugar de pergaminos, estaríamos perdiendo GIFs de gatos y debates sobre si el vestido era azul o dorado.El duelo digital es extraño porque es público y privado al mismo tiempo. Llorar por un perfil de Facebook que ya no se actualiza. Buscar obsesivamente el último video que alguien subió a YouTube. Mantener conversaciones de WhatsApp porque borrarlas se siente como matar a alguien dos veces (y porque ahí tienes guardada la receta de los brownies).Y también está el duelo por las versiones anteriores de nosotros mismos. Esos blogs de Blogger llenos de canciones emo y fotos pixeleadas. Los estados de Messenger donde dramáticamente anunciábamos nuestros desamores adolescentes con letras de canciones de Evanescence. Todo ese contenido que creamos cuando internet era más inocente, cuando no sabíamos que nuestras palabras podrían ser eternas... o que algún día nuestros hijos encontrarían nuestros fanfictions de Crepúsculo. Guácatelas.Internet nos enseñó a amar digitalmente, pero nadie nos enseñó a despedirnos en línea. No hay protocolo para cuando alguien se va. ¿Conservas las fotos juntos en Instagram? ¿Borras su número de Whats? ¿Guardas sus tuits para releerlos cuando los extrañes?La verdad es que internet está lleno de fantasmas, y tal vez está bien. Quizá estos rastros digitales son la nueva forma de inmortalidad. Una foto etiquetada, un comentario en una publicación, un like en una foto vieja. Pequeñas pruebas de que estuvimos aquí, de que fuimos importantes para alguien, de que nuestros bytes también merecen ser recordados.Al final, el duelo digital nos enseña algo hermoso: que incluso en un mundo de algoritmos y servidores, lo que realmente importa siguen siendo las conexiones humanas. Los memes compartidos, las conversaciones de madrugada, las fotos donde salimos horribles pero las conservamos porque capturan un momento perfecto. Y sí, también esos stickers de WhatsApp que usamos para expresar emociones complejas… con gatitos bailando.Internet muere y renace constantemente, pero lo que construimos juntos —esa red de afectos digitales— eso sí que puede ser eterno. Al menos hasta que cambien los términos y condiciones.¡Hasta el miércoles!¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.Con cariño libre de virus,J. McNamara, aka Geeknifer.Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram. This is a public episode. If you would like to discuss this with other subscribers or get access to bonus episodes, visit geeknifer.substack.com
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    11:13
  • Esto pasa cuando inventas tu idioma
    Querida criatura que lee esto desde donde sea que esté:¿Alguna vez has sentido que las palabras en español, inglés o tu idioma nativo simplemente no son suficientes para expresar algo específico? Bueno, pues no eres la única persona que ha tenido esa sensación. A lo largo de la historia, los humanos hemos inventado idiomas completos cuan do los existentes nos quedan cortos.Sigue mi adagio y serás feliz: nada eleva el espíritu como el conocimiento de otras lenguas 😏.Desde los elfos de Tolkien hasta las tribus de Avatar, pasando por gemelos que crean su propio código secreto, los lenguajes inventados nos fascinan porque representan pura creatividad humana y esconden el secreto de parte de nuestro cerebro.Hoy quiero llevarte por un viaje a través de estas creaciones lingüísticas que van desde lo académico hasta lo absolutamente mágico. Y sí, también lo absolutamente pretencioso.El menú de hoy incluye una canción en un idioma que no existe 🎵, una serie que inventó todo un sistema de comunicación 📺, un cuento sobre descubrir idiomas que resulta que están vivos 🖋️ y una reflexión sobre por qué necesitamos inventar palabras 💭.Te voy a presentar a Theodor B*****d, un grupo ruso que hace algo increíble: cantan en idioglosia. ¿Qué diablos es eso? Bueno, es cuando alguien crea un lenguaje personal que suena como si fuera real, pero que en realidad no significa nada específico. Como cuando éramos niños y hablábamos sin decir nada en galimatías. Yo todavía lo hago cuando canto melodías. “Washawashear”, le dicen los no expertos.Los de Theodor B*****d no son remotamente los primeros en hacer esto. Hay una señora llamada Lisa Gerrard que amo con locura y pasión desenfrenada que lo hace todo el tiempo. Es bastante probable que la hayas oído por la canción “Now We Are Free”.Sí, es del soundtrack de Gladiador y no dice absolutamente nada, la letra engrabada en Spotify es joya. ¿Pero a poco no suena hermoso?Bueno, la canción "Sagrabat" de Theodor B*****d es otro perfecto ejemplo de idioglosia. La voz de Yana Veva crea melodías con palabras que suenan absolutamente místicas y poderosas, como si fueran encantamientos de alguna bruja eslava. Lo curioso es que aunque no entendemos literalmente lo que dice, de alguna manera sí lo entendemos… emocionalmente.Es lo maravilloso de la idioglosia, que no es un lenguaje inventado como el klingon o el élfico, sino más bien un lenguaje emocional puro. Me encanta que nuestro cerebro puede procesar estas "palabras" inventadas y extraer significado de ellas a través del tono, la melodía y la intención.Si hablamos de lenguajes inventados en televisión, es imposible no mencionar Game of Thrones y sus idiomas dothraki y valyrio alto. Pero déjame contarte algo que quizá no sabías: David J. Peterson, el lingüista que los creó, no sólo inventó palabras bonitas para que los actores fingieran que sabían de qué hablaban. Creó sistemas gramaticales completos.El dothraki, por ejemplo, tiene más de 3 mil palabras y su propia gramática. Peterson se basó en las pocas frases que George R.R.R. Martin había incluido en los libros —porque el señor Martin aparentemente tenía mejores cosas que hacer que inventarse idiomas completos— y construyó idiomas enteros a partir de esas migajas. Incluso se crearon diferentes acentos regionales del dothraki, porque obviamente una civilización nómada tendría variaciones según la zona.Átaremma i ëa han ëa, na aire esselya, aranielya na tuluva, na care indómelya cemende tambe Erumande.Eso es el inicio del Padre Nuestro… en élfico. Y sí, hay gente que se lo sabe de memoria. Qué personas tan raras.Sería una grosería no nombrar a J.R.R. Tolkien, quien era filólogo de profesión y que prefirió inventarse sus idiomas antes de ponerse a escribir.La lógica era simple: si decides crear una mitología completa, necesitas idiomas completos. El resultado fueron el quenya y el sindarin, dos variedades de élfico que tienen gramáticas complejas, historia evolutiva y diferentes registros según el contexto social.Tolkien creó familias lingüísticas enteras. El quenya es el “élfico alto”, más formal y ceremonioso, usado para rituales y literatura. El sindarin es el élfico cotidiano, más fluido y coloquial. Pero también inventó el khuzdul (idioma de los enanos), el entish (idioma de los ents), diferentes dialectos de órquico, y hasta la Lengua Negra de Mordor, que no deberías estar pronunciando.A menos que seas una banda de Black Metal noruego y le quieras poner a tu banda Gorgoroth o Burzum. En cuyo caso, adelante, pero no me hagas responsable de lo que pase después.Game of Thrones y las pelis de El señor de los anillos están en HBO.La traductoraMarina había dedicado muchos años de su vida a traducir idiomas muertos. Latín, griego clásico, sánscrito: lenguas que ya no se hablaban en las calles pero que seguían vivas en pergaminos vetustos y textos sagrados.Todo cambió el día que llegó a su oficina un manuscrito diferente. No tenía remitente, sólo una nota que decía: “Por favor, traduzca esto. Es urgente”.Las páginas estaban escritas en un alfabeto que ella nunca había visto. Los símbolos parecían danzar en el papel, como si tuvieran vida propia. Pensó que estaba loca. ¿Las letras se movían? Marina fotografió algunas páginas y las subió a sistemas de reconocimiento de escritura. Nada. Ninguna coincidencia en lenguas conocidas, vivas o muertas.Con curiosidad infinita, decidió abordar el texto como haría con cualquier idioma desconocido. Y lo hizo sin cobrar. Como lo hacía desde siempre, desde niña. Buscó patrones. Pronto notó que ciertas combinaciones de símbolos se repetían. Había algo que parecía una gramática, pero era extraña, como si las reglas cambiaran en cada párrafo, en cada contexto emocional del texto.Después de semanas de trabajo obsesivo, en noche de insomnio, Marina tuvo una epifanía. No era un idioma en el sentido tradicional. Era un sistema de comunicación que codificaba no sólo palabras, sino sentimientos, memorias y sensaciones físicas.La primera frase que logró traducir o más bien desentrañar, destripar incluso, fue devastadora: “Ayúdanos. Estamos atrapados entre lo que fuimos y lo que podrían ser”.Marina cerró el manuscrito sepia con manos temblorosas. Por primera vez en su carrera, se preguntó si habría cosas que no deberían traducirse.Al día siguiente, sin embargo, el manuscrito había desaparecido de su escritorio. En su lugar, encontró una nueva nota: “Gracias. Ahora somos libres”.Los lenguajes inventados revelan algo profundo sobre la naturaleza humana: nuestra necesidad constante de comunicar lo incomunicable. O nuestra incapacidad crónica para conformarnos con lo que ya tenemos, depende de qué tan optimista te sientas hoy.Cuando J.R.R. Tolkien creó el élfico, no lo hizo sólo para ambientar sus historias. Lo hizo porque era filólogo y entendía que un idioma es mucho más que un conjunto de palabras: es una manera de ver el mundo.Tolkien, que era profesor de Oxford y experto en lenguas germánicas antiguas, sabía que cada idioma carga consigo toda una weltanschauung, una de mis palabras favoritas en alemán. Welt es mundo y Anschauung, mirada. O sea, una cosmovisión completa. Por eso sus elfos no podían hablar inglés: necesitaban un idioma que reflejara su relación eterna con el tiempo, su conexión mística con la naturaleza y su melancolía inmortal.Y es que cada lenguaje natural tiene conceptos únicos que son prácticamente imposibles de traducir. Los japoneses tienen “komorebi” para describir la luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles. Los alemanes tienen “verschlimmbessern”, que significa empeorar algo al tratar de mejorarlo. En portugués está “saudade”, esa nostalgia melancólica por algo que quizá nunca existió. Y nosotros los mexicanos tenemos “órale”, que puede ser desde: increíble hasta apúrate.Una de mis favoritas es otra alemana, “fernweh”: el dolor que sientes por lugares a los que nunca has ido. Es lo opuesto a nostalgia, es nostalgia del futuro, del viaje que aún no haces, de la vida que aún no vives. ¿Has sentido algo así? Si no, bueno, es la condición natural de cualquier persona que sigue cuentas de viaje en Instagram.Estas palabras no son sólo curiosidades lingüísticas. Son lentes conceptuales que nos permiten ver aspectos de la realidad que de otra manera permanecerían invisibles. Cuando aprendes la palabra “saudade”, no sólo amplías tu vocabulario: amplías tu capacidad emocional. Ahora tienes un nombre para ese sentimiento específico que siempre habías experimentado pero nunca habías podido definir.Aquí es donde los lenguajes inventados se vuelven revolucionarios. Cuando alguien inventa un idioma, está tratando de llenar esos vacíos conceptuales que otros idiomas no pueden cubrir. Los klingons, de Star Trek, necesitaban un idioma que reflejara su cultura guerrera, donde el honor es más importante que la vida. Los na'vi de Avatar necesitaban un idioma que expresara su conexión con la naturaleza, donde cada ser vivo está literalmente conectado. Y los hablantes de idioglosia como Theodor B*****d necesitan expresar emociones que van más allá de las palabras convencionales.En el fondo, inventar idiomas es un acto de rebeldía contra las limitaciones del lenguaje existente. Es decir: “Las palabras que me diste no son suficientes para lo que necesito decir”. Es una manera de hackear la realidad, de crear nuevas formas de pensar y sentir.Por eso necesitamos conocer estas palabras “imposibles”, estos conceptos que no tienen traducción directa. Cada vez que aprendemos una palabra de otro idioma que no existe en el nuestro, estamos expandiendo nuestra weltanschauung. Estamos volviéndonos más humanos, más capaces de entender la inmensa diversidad de formas en que se puede experimentar el mundo.Yo soy bastante pueril y uso “trupi-trupi” cuando quiero referirme al objeto del que se me olvida el nombre. Es mi variante del clásico materno: “el d’ese de la d’esa”. Digo que estoy “ñofi” cuando estoy levemente molesta. “Chicuiscuis” cuando estoy triste, más allá del mexicanismo chipil, pero sin tristeza desbordante, sobre todo cuando extraño a mi madre o estoy bajo los efectos lunares. Digo “pipiripipiwipi” cuando algo no me parece, lo cual es sorprendentemente frecuente.Y tal vez eso es exactamente lo que necesitamos: más rebeldía lingüística, más creatividad para nombrar lo innombrable, más valentía para inventar las palabras que el mundo necesita pero que aún no existen. Porque en cada palabra nueva que creamos, en cada concepto que nombramos por primera vez, estamos expandiendo las fronteras de lo posible.¡Hasta el próximo miércoles!¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.Con cariño libre de virus,J. McNamara, aka Geeknifer.Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram.Escúchame en Spotify, Apple Podcast y YouTube This is a public episode. 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    12:00
  • Si estás con nervio, es el lugar correcto
    ¿Prefieres escuchar esta carta con todo y mi voz y el mar de fondo? Activa el audio con el botón de arriba 👆🏼Querida persona que me lee:Tengo que confesarte algo. Podrás imaginarte que después de algunos meses (ejem… años en realidad) enviando esta carta, tengo un método medianamente estandarizado para que no se me acaben las ideas. O sea, no suelo improvisar demasiado.He mandando cartas generales con especiales de terror, de rock, de fantasía, de Star Wars y El señor de los anillos incluso; y cartas más personales sobre despidos, transiciones al tercer piso y amar de formas diferentes.Alguna vez expliqué que tengo una gran hoja de cálculo; un excel, vaya, donde anoto todas las recomendaciones y temas que se me ocurren. Pero hoy no tengo ganas de hacerle caso porque se me atravesó el mar.Improviso. Improviso porque el mar eso me provoca. Diosito se equivocó conmigo. Si bien acabé siendo rata de ciudad, cucarachita chilanga por elección, las costas me vuelan la cabeza. Sobre todo las tropicales, porque soy más de calor de frío.Así que en esta edición sólo habrá música, un cuento marino y reflexiones sobre olas.El mar es un lugar de extraños encuentros. La primera civilización humana ya tenía a Tiamat, una diosa-dragón que representaba las aguas saladas. En los siglos XV y XVI ilustrábamos mapas con monstruos representados en forma de serpientes alrededor de barcos y de ballenas con cuernos.Tenía yo 15 años cuando salió esta canción de idas y venidas marinas. Tuve a bien escucharla hasta el cansancio una noche acapulqueña. Los músicos que participan en ella también parecen reunidos por extraños designios.Por un lado, Anoushka Shankar, hermana de Norah Jones e hija de Ravi Shankar, el grandísimo sitarista que tuvo varias colaboraciones con el beatle George Harrison. Añadamos a Karsh Kale, de ascendencia de la India, con nacionalidad estadounidense pero nacido en Inglaterra, quien es popular por mezclar la tabla con electrónica. Y Sting. Si a ese no lo ubicas, pues fue el bajista y vocalista de un grupo ahí popularzón llamado Police.Total, que esta rola se llama “Sea Dreamer” y es perfecta para escuchar bajo las estrellas con el romper de las olas junto.Sólo quedas tú. El último eslabón de la estirpe. Esa que puede leer los mapas más antiguos. Y estás frente al mar esperando lo que nadie espera.Los que vinieron antes que tú eran cartógrafos que guardaban mensajes donde ningún estudioso los reconocería. En las márgenes de las sierras y rutas hay criaturas que mantienen secretos. Cada monstruo ilustrado es una emoción que podías invocar.La foto que te hace volver a pie de playa es una de la Carta Marina, un mapa que tuvo a bien crear Olaus Magnus en el siglo dieciséis. Para quien hace planos es una joya de la cartografía: una descripción precisa de las costas escandinavas. Pero para otros tantos mortales es un compendio de criaturas que parecen sacadas de la mente retorcida de un marino perdido.Lo que sólo sabe tu estirpe es que en esas ilustraciones vive el reflejo de una emoción humana que puedes poseer, una que el océano tragó y transformó. El kraken de ahí no es un pulpo gigante, es el duelo colectivo de aquellas que durmieron esperando a sus marineros. Si lo llamas, la tristeza puede hundir a quien tú nombres. La serpiente marina, en cambio, es un secreto que la gente susurra antes de zarpar; si murmuras sus curvas, puedes calumniar sempiternamente a tus enemigos. El búho con aletas, que simboliza el poder de todos los reyes que se aventuraron a hacer la guerra en la mar es para tu calaña el nombre enigmático que te puede dar todas las riquezas que has imaginado alguna vez.Pero la verdad: ¿por qué estás hoy aquí? ¿Para soltar conjuros de avaricia? ¿De enemistad? ¿O de guerra? No. Hoy, con las criaturas que se deslizan por el mapamundi y también por tus recuerdos, y mientras miras las olas ir y venir, intuyes que no sólo la espuma emerge, sino el agua multicolor que busca volver a la vida para pintar sonrisas. En otras palabras, sabes que hay un pez alado en la Carta Marina que podría recorrer cada tsunami de la historia, que no se rinde, que abraza y enloquece. El de los sueños de marinos viendo las estrellas. El de las mujeres en la costa que suspiran por el último beso que se les fue entregado. Una criatura cuyo nombre es el que necesitas, que podrá henchir y reconfortar tu corazón para siempre.Anda, di el nombre en el que estás pensando. Dilo en voz alta y quizá el océano te ayude en un embrujo que tiene forma de pócima de amor.La semana pasada estuve en una playa del Pacífico porque tuve congregación de la secta. O sea, se reunieron los clubes de la organización de comunicación a la que asisto los lunes. Participé en un par de concursos: oratoria humorística, del que me fui con un fabuloso segundo lugar y la duda real de si no debería ya jugarle al stand-up en serio, y oratoria improvisada.Un día antes de ese primer concurso de decires improvisados me sentía la mar de nerviosa en la playa (oh, las bonitas acepciones de la palabra “mar”) y tuve a bien con encontrarme con un señor que básicamente me dijo: “Relájate un chingo”. Okay, no, en realidad fue mucho más propio y sabio. Me dijo: “A ver, Jennifer, haz cuentas. Para llegar a una final tuviste que subir en distintas etapas. Haciendo cálculos, podrían ser cientos, sino es que miles de socios los que podrían haber estado aquí en tu lugar. Si estás acá, sobre esta cama de arena, es por algo. Mentalízate que este concurso lo tienes ganado”.Él no lo sabía, pero la segunda vez que morí de miedo en un escenario (la primera me sirvió de anécdota humorística), fue en un concurso de oratoria improvisada. Hablar en público impone. Hablar en público sin guion, impone mucho más.Más tarde, otro compañero me dijo: “McNamara, ¿qué te hace pensar que no ganarías? ¿El pasado? El pasado está sólo de fantasma”.Pensé que este par de personajes podrían tener razón. Al día siguiente escuché la pregunta que me hizo el maestro de ceremonias sobre el escenario y me dije en un par de segundos: “Habla de lo que sabes y como lo sientes”. Me llevé, para sorpresa mía, el trofeo de primer lugar.¿Ves? Las cosas que me pasan en el mar siempre son importantes. Por ejemplo, ahora desde el Atlántico, escribo newsletters medianamente improvisadas. Por lo pronto, deseo que pronto visites cuerpos de agua.¡Hasta el miércoles de podcast No recomiendo!¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.Esto no es un meme, pero estoy sorprendida de la cantidad de gente que no conoce el genial programa noticioso, para niños y chileno “31 minutos”. Por tanto, me despido, en exclusiva, con el ruido del mar:Con cariño libre de virus,J. McNamara, aka Geeknifer.Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram.Escúchame en Spotify, Apple Podcast y YouTube This is a public episode. If you would like to discuss this with other subscribers or get access to bonus episodes, visit geeknifer.substack.com
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    7:14
  • ¿Y si el error fuera el acierto?
    ¿Prefieres escuchar esta carta con todo y mi voz? Activa el audio con el botón de arriba 👆🏼Querida persona que me lee:A veces los mejores compañeros de vida son los que menos esperamos. Como un cachorro que aparece en tu puerta o el amigo que…Mi mejor amigo y yo no empezamos con el pie derecho. En primaria, yo lo consideraba el ser más odioso del planeta. Teníamos una competencia insana por ver quién levantaba la mano primero. Nos mirábamos con recelo mutuo desde extremos opuestos del salón.Todo cambió cuando la maestra, en un acto de infinita sabiduría… o crueldad malsana (nunca lo sabremos), decidió sentarnos en la misma banca larga. De pronto, tuvimos que compartir espacio, útiles escolares y, eventualmente, secretos. Lo que empezó como una tortura se convirtió en complicidad. Descubrimos que ambos jugábamos los mismos videojuegos y nos caía mal la misma gente del salón.Hoy, décadas después, sigue siendo mi mejor amigo y se acaba de casar. ¿No sería genial si en la vida adulta pudiéramos hacer eso? Forzarnos gentilmente a conocer lo diferente, a darle una oportunidad a quien nos parece incompatible.El menú de hoy incluye un libro sobre conexiones inesperadas 📚, una canción que te hará reflexionar sobre si te alcanza tiempo para ver a los tuyos 🎵 , un cuento sobre algoritmos que se equivocan 🖊️ y una reflexión sobre los encuentros en la era digital 💭.Un gato callejero llamado Bob de James Bowen es la historia real de cómo un músico callejero con problemas de adicción encuentra salvación en la forma más inesperada: un gato pelirrojo que aparece en su departamento.Si crees que sólo los seres humanos podemos salvar otros seres humanos, piénsalo dos veces: James estaba hundido en la adicción a la heroína, sobreviviendo apenas en las calles de Londres cuando Bob apareció. No buscaba una mascota, mucho menos la responsabilidad de cuidar a otro ser vivo cuando apenas podía cuidarse a sí mismo.Pero un gato se convirtió en su ancla, su razón para levantarse, su compañero de trabajo tocando música en las calles. La gente empezó a acercarse no solo por la música, sino por ver a este gato naranja que se sentaba tranquilamente junto a James mientras tocaba la guitarra.Hablando de juntarse con quien menos lo esperas, es una buena lectura para fines de semana lluviosos. Me voy enterando de que hay una peli, pero el libro lo puedes conseguir en el siguiente enlace de Amazon.Los encuentros accidentales tampoco tienen que ser tan personales. Yo soy fan de la banda británica Elbow sólo desde el 2012; el grupo se formó en 1990. ¿Cómo me acuerdo tan bien de que fue en 2012 cuando empecé a oírlos?Porque tocaron en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres en un año en el que Shazam no existía, así que ahí me tienes tratando de descifrar letras para insertarlas en Google y saber quién diablos estaba tocando. Siguen haciendo muy buen rockcillo. Para muestra, el botón de abajo:Match.ErrorEl algoritmo de ConectApp tenía un 99.7% de precisión. Era su mayor orgullo y su principal argumento de venta. Por eso, cuando Marina recibió la notificación de su match perfecto, casi escupe el café.Ricardo Domínguez. Compatibilidad: 98%Imposible. Ricardo parecía todo lo que ella detestaba: fanático del futbol americano (ella odiaba los deportes), amante del reggaetón (ella era metalera de clóset), muy extrovertido (ella prefería los libros a las fiestas).El mensaje de error apareció cinco minutos después: “Hubo un fallo en el sistema. Tu verdadero match es Rodrigo Domínguez”Pero Marina ya había abierto el chat con Ricardo y escrito un tímido “Hola”. Un mensaje de él se apareció al minuto. “¡Qué sabio es el algoritmo! Alcanzo a ver en tu biblioteca un libro de Murakami”.Hablaron mucho de literatura. En su primera cita presencial, Marina descubrió no sólo que Ricardo leía a Sally Rooney, sino que su amor por el americano venía de ver los partidos con su abuelo ya fallecido, y que ponía reggaetón sobre todo cuando hacía el aseo… El gato de Ricardo era como ella, no aguantaba el género.¡Ricardo tenía un gato! Como el que Marina pensaba si era bueno tener.El algoritmo había fallado. O tal vez, pensó Marina mientras Ricardo le contaba sobre su colección secreta de vinilos de metal progresivo, había funcionado a la perfección.Vivimos en una época paradójica. Por un lado, la tecnología nos permite conectar con personas al otro lado del mundo que comparten nuestros intereses más específicos. Puedo encontrar un grupo de WhatsApp dedicado exclusivamente a fans de la tipografía Palatino que además aman el café de especialidad. La especificidad es casi ridícula.Pero por otro, hemos perdido la serendipia de los encuentros casuales. Es raro que hablemos con el extraño en la fila del súper (menos en ciudades grandes). A veces ni conocemos a nuestros vecinos. Los algoritmos nos muestran sólo lo que queremos ver, creando burbujas de personas idénticas a nosotros.Me pregunto si no estamos perdiendo algo fundamental: la riqueza de lo inesperado. Como mi amistad de primaria, que tal vez nunca hubiera florecido sin el aleteo de una mariposa: la profesora.Necesitamos más bancas largas en nuestras vidas adultas. Más situaciones que nos obliguen suavemente a conocer lo diferente. En las que no dejemos que los algoritmos lo hagan todo por nosotros, sino que podamos preguntarle a un humano por alguna recomendación, como las que existen en estas cartas.Porque al final, los mejores compañeros de vida, esos que realmente nos cambian la existencia, rara vez vienen en el paquete que esperamos.¡Hasta el miércoles.¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.Con cariño libre de virus,J. McNamara, aka Geeknifer.Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram.Escúchame en Spotify, Apple Podcast y YouTube This is a public episode. If you would like to discuss this with other subscribers or get access to bonus episodes, visit geeknifer.substack.com
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    6:03
  • Un libro sobre hijas y madres... mío
    ¿Prefieres escuchar esta carta con todo y mi voz? Activa el audio con el botón de arriba 👆🏼 Querida persona que me lee:No mucha gente lo sabe, pero hace unos años publiqué un libro. Si quieres saltarte las divagaciones y comprarlo, aquí anda: En Amazon en México, España y el resto del mundo.“WHAT?!”, tal vez pienses. “¿Cómo es que no lo promueves? ¡Hasta podrías basarte en la excelente campaña de Samuel Domínguez !” (si no has comprado el libro de Samuel del que estoy hablando, cómpralo, ya).Bueno, antes de contarte de por qué no había promovido MI LIBRO, primero déjame decirte de qué va.El volumen tiene que ver con la fecha que toca mañana y que ya no es precisamente mi hit. El 10 de mayo en México es Día de las madres, ¡una celebración padrísima!… hasta que se te muere la tuya. (También me lastima el 4 de abril, la fecha en la que nació y el 21 de febrero, cuando falleció).El día, o más bien la noche de 2018 en que murió, una idea se volvió larva en mi cabeza: ¿Por qué no escribo sobre lo mucho que jodió a mi madre vivir con depresión? Esa idea era un fantasma en mi cabecilla que tomó forma por dos situaciones. * La primera: me hicieron evidente que un ensayo no me iba a alcanzar para explicar quiúbole con la depresión de mi madre.* La segunda: la gente no dejaba de preguntarme de qué había muerto mi progenitora.Pum. Eso fue el detonador para decir: “Si voy a escribir esto, lo voy a escribir bien”. Así me puse a rayar escenas de mi vida de infante y adolescente que tienen que ver con tres temas: * Vivir, crecer, con alguien neurodivergente. Para ser específica, alguien con trastorno maníaco depresivo, conocido también como bipolaridad.* Violencia de género. Porque la existencia de mi mamá y la mía tienen algo roto en común… * La muerte. Porque descubrí que el final de la vida es reinicio. No para el muerto (eso no me consta), sino para los vivos.Por tanto, salgo del clóset: sí tengo un libro publicado. Se llama Iba a verla, pero se le ocurrió morirse.¿Por qué no lo había promovido? Porque no es como lo que suelo escribir. La gente que me lee sabe que si hay algo que me caracteriza es inclinación al humor, a la fantasía y al terror. Este es un libro personal. Es más, si ves las reseñas de Amazon alguien lo describe como catártico. Sí, sí fue catártico y fue la mejor idea que pude tener.Y también por lo que Samuel escribió hace unos días: los escritores creemos que vender es ensuciarnos las manos y pedimos perdón como si nuestras obras fueron un error. Sí, esto no es como lo que suelo escribir. Pero la vida de mi mamá, aunque sea el cachito que está en ese libro a través de mis ojos, es una gloria.POR TANTO vale la pena decirte que lo puedes comprar a través de Amazon.El link para México, España y el resto del mundo.¡Hasta el lunes!¿El lunes? Sí, ya verás, que tengo recordatorio. ¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.Con cariño libre de virus,J. McNamara, aka Geeknifer.Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram.Escúchame en Spotify, Apple Podcast y YouTube This is a public episode. If you would like to discuss this with other subscribers or get access to bonus episodes, visit geeknifer.substack.com
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¿Necesitas desconectarte de la ajetreada vida diaria? Siéntate: con mini-reseñas, un cuento y una reflexión sobre temas actuales podrás tomar aire más a gusto. Cortesía de una escritora que ama las malas ideas. geeknifer.substack.com
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