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Jennifer McNamara
Piensa fuera de la caja y ríe con esto en lo que resulto ser co-no-ce-do-ra: ¡las porquerías en la vida! Antirrecomendaciones sobre la vida y sobre productos cu...

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  • No recomiendo tener depresión
    Suscríbete gratis a mi newsletter “Escríbeme pronto”.Obras y fuentes mencionadas:* Lamento por la destrucción de Ur, Anónimo (2,000 a.n.e)* Problemas, Aristóteles (s. VI a.n.e).* De vita libri tres, Marsilio Ficino (1489)* Anatomía de la melancolía, Robert Burton (1621).* Sobre la acedia en italiano y más sobre la acedia. This is a public episode. If you would like to discuss this with other subscribers or get access to bonus episodes, visit geeknifer.substack.com
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    18:54
  • No recomiendo que te guste la Navidad
    Recuerda que puedes leer y escuchar también mi newsletter “Escríbeme pronto”. La carta pasada fue: ¡Jo-jo-jo! Que caiga nieve y texto + regalo* Más sobre el nacimiento de Jesús* Más sobre el árbol de Navidad* Más sobre “Carol of the Bells” Música usada:Carol Of The Bells de Audionautix tiene una licencia Atribución 4.0 de Creative Commons. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/Artista: http://audionautix.com/Transcripción:Estaba yo sentada en la cadena interminable del tráfico de la Ciudad de México, más precisamente en uno de los estacionamientos más grandes de Latinoamérica, también conocido como una de las vías rápidas de la CDMX: el Viaducto Río de la Piedad. Y me pregunté: ¿por qué chingados todos traemos coche hoy? A ver, está oscureciendo y todos sabemos que en esta ciudad, por alguna misteriosa razón, el tránsito aumenta en diciembre. Como si todos nos hubiéramos puesto de acuerdo para necesitar una cajuela en la que meter las compras de pronto. Pero la realidad es que ese día era martes, poco probable que la gente estuviera comprando cosas. Yo tengo la teoría de que más bien todo mundo iba a la fiesta navideña de la oficina. Y entonces, ¿por qué diablos mis pares automovilistas llevan auto? Porque en esas fiestas no se sirve limonada ni agua de jamaica, ¿verdad? Eeen fin… no recomiendo moverte en auto en una ciudad sobrepoblada a final de año.¡Qué bueno que ya hayan llegado a la emisión de hoy! ¡Muy pero que muy Feliz Navidad a todos! Espero que estén escuchándome durante su recalentado de la cena de ayer. Para los que me escuchan desde otras latitudes, normalmente los mexicanos nos alimentamos en Nochebuena con bacalao a la vizcaína, gracias a la madre patria España; con romeritos, que son una planta… que no sabe a romero y que se mezcla con un poco de nopal, es decir, cactus comestible, con camarón pacotilla o gambas pequeñas. Dios mío, qué fea se me hace la palabra gamba; todo esto se cubre con mole que es nuestra salsa típica hecha de chiles y especias varias. En mi casa particularmente también se prepara pavo al limón, que le queda buenérrimo a mi hermanita. En otras familias se consume pierna o lomo al horno, cuete mechado, ensalada de manzana que yo odio con todas mis fuerzas; yo pongo de pretexto una frase que suele decir mi padre: los borrachos no comemos dulces. Y sé que hay gente que consume tamales e incluso pozole en Navidad.Por cierto, no recomiendo tratar de buscar el origen de algunos platillos locales. Por ejemplo, el pozole que tanto nos gusta a los mexicanos. Hay tres variantes: verde, blanco o rojo. Casi como nuestra bandera, a mí me encanta el rojo, que proviene del bajío y tiene más chile. Amo la comida picante, qué les digo, no puedo negar la cruz de la parroquia. En fin, al pozole normalmente se le pone cerdo. Y no es casualidad que se haga con cerdo y no con pollo, por ejemplo. Este platillo se prepara desde antes de la llegada de los españoles a Mesoamérica y en esos tiempos se hacía con… carne humana. El cerdo es uno de los alimentos que más se le parecen. Así que la próxima vez que apliques juevecito pozolero te puedes acordar de que la conquista, dentro de todas sus desgracias, sí que nos trajo alimento que no incluye a tus congéneres.Bueno, sea lo que sea que estés comiendo o bebiendo, o incluso si no te estás alimentando, ¡feliz Navidad!Y de eso es de lo que quiero hablarte hoy. De por qué no te recomiendo que te guste esta época del año. A mí me encanta y por eso sé de lo que estoy hablando.Para empezar, partamos de una cosa. Es poco probable que lo que se celebra en Navidad realmente haya ocurrido en Navidad. Estoy hablando del nacimiento del niñito Jesús. ¿Por qué? Bueno, vamos a viajar mentalmente en el tiempo hasta cuando Jesús vivió, hace unos dos mil y pico de años. El asunto es que lo que tenemos como archivo para estudiar la vida de Jesucristo son unos documentos llamados evangelios. Evangelio, por cierto, quiere decir “buena nueva” y esto podría resultar hermoso salvo porque fueron escritos unas cuantas décadas después de que Jesús predicara, así que su fiabilidad histórica está en juego.Más cuando, de acuerdo con lo que se menciona en esos documentos, Jesús nació antes de Cristo. O sea, nació antes que él mismo. Por eso la abreviación “a.n.e” (antes de nuestra era) parece hacer más sentido. Porque resulta que Marcos dice que Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande, ya sabes, ese que mandó a matar a todos los escuincles del reino cuando se le amenazó que el hijo de Dios lo iba a reemplazar. Y Herodes falleció en el… 4 antes de Cristo. Nada de sentido.Por su parte, Lucas habla del nacimiento de Jesús en torno al censo de Quirino: Publio Sulpicio Quirino, para ser precisa, quien era el gobernador romano de Siria que en ese momento incluía Judea. Si recuerdas la historia, María, José y el bebé Jesús estaban haciendo un viaje desde Galilea hasta Belén. Nadie les dio posada, se quedaron junto a las vaquitas y así. De ahí que los mexicanos cantemos: “En el nombre del cieeelo, ooos pido posaaaada”…En fin, decía yo. El censo de Quirino se llevó a cabo en el año 6 después de Cristo, así que tenemos una discrepancia temporal como de 10 años. Hay una explicación a todos estos recursos que parecen literarios y es que cuando los evangelios se escribieron, ya había 3 mil cristianos contándose distintas versiones de lo que Jesucristo había y no había hecho.Para complicar la situación, no todos los evangelistas mencionan el nacimiento de Jesús. Ahora, yo me pregunto: decimos “antes de Cristo”, pero Jesús se volvió Cristo hasta que tenía 33, por tanto, tenemos otras tres décadas de discrepancia. Por tanto, podemos decir que la pandemia nos la pela y que en realidad seguimos viviendo en el siglo XX porque vivimos en el 2024 más, menos, 33 años.Si me van a venir a discutir que sabiendo cuándo aparece Poncio Pilato en escena se arregla esto, de una vez les cuento: no. Este señor estuvo en la prefectura del 26 al 36 después de Cristo, por taaaanto, sólo haría sentido el relato de Mateo y eso con trabajos.Eeeen fin, la cosa es que no puedo recomendar que te guste una festividad que de entrada está mal planteada en fechas. Tampoco te recomiendo celebrar “NAVIDAD” escrita con mayúsculas porque en realidad conmemoramos el solsticio de invierno. Las saturnales de los romanos que celebraban al sol invicto. Y una vez que los romanos adoptaron el cristianismo, ¡adivinen quién era el sol invicto! ¡Acertó usted! Hui-tzi-lo-poc-htli.Digo… Jesucristo, Jesucristo. Pero da la casualidad o la causalidad, mejor dicho, de que como la fecha se relaciona con el solsticio de invierno, o el de verano, según el punto del planeta donde una se pare, que hay muchos soles invictos y estaba fácil adaptar la fecha. Por ejemplo, acá en México, el advenimiento del dios de la guerra de Huitzilopochtli de los mexicas, mejor conocidos en el extranjero como aztecas, era en el solsticio de invierno. Los vikingos, los celtas, los chinos, los japoneses. Parece canción: los vikingos, za za, los celtas, za za, los chinos za za, los japoneses za za za za, Navidad, Navidad. Y todo el mundo, za za za. Okei. Conozco la salida, disculpen.Y es que todo alrededor de la Navidad parece farsa de sincretismo religioso, ahora sigo con eso. Mira, no te recomiendo que te guste la Navidad porque es una época en donde todo parece moverse más rápido. Cuando era niña, mi mamá andaba en friega arreglando la casa. Mi papá andaba en chinga tratando de que toda su familia tuviera un regalo decente. Mis hermanos andaban también en friega haciéndole caso a mis padres o atendiendo a sus familias políticas. Y yo… huía del estrés haciéndome bolita atrás del árbol. Esferas rojas, siempre, que me motivaban para leer como desquiciada. Acabé una infinidad de libros en invierno. ¿Pero a quién le debo tener foquitos intermitentes iluminándome? ¿Quién tuvo tan maravillosa idea?Todo parece que desde hace milenios distintas culturas europeas decoraban árboles en invierno, aunque sin duda lo popularizaron los alemanes en el medioevo colocando abetos dentro de las casas que decoraban con manzanas y velas. Los luteranos alemanes lo extendieron. Y total que la reina Carlota de Alemania se casó con Jorge III y ¡boom! Tuvimos árboles en Inglaterra. Doña reina Victoria salió en una foto en 1848 con un árbol de Navidad y el resto es más o menos historia.Claro, por más o menos historia me refiero a: en Estados Unidos echaron a perder la Navidad. No te recomiendo que te guste la festividad más relacionada con el capitalismo posible. Los gringos son unos genios: convirtamos a un obispo santo en la caricatura con sobrepeso de refresco popular que da regalos a los niños. Y bueno, honor a quien honor merece porque quien hizo la fabulosa imagen que hoy tenemos atascada en el inconsciente colectivo la ilustró Haddon Sundblom, quien no sólo creó la imagen moderna de Santa Claus, sino que también tiene ilustraciones icónicas que nos remiten a la mitad del siglo XX. De todos modos, he de admitir que me encantaba pensar qué me iba a traer Sancho Claus cada año. Y era un aliciente en mi cabeza para portarme bien. También tengo que confesar que me encanta el refresco que trae Santa Claus en la mano; decidí abandonar mi adicción cuando tenía 16 años. El resultado fue una rápida pérdida de peso. Hoy, en fechas como esta, sí que me permito medio vaso de las aguas negras del imperialismo yankee.Hablando de cosas que mis vecinos del norte hicieron bien es popularizar la música navideña. La carta pasada escribí, si no la has leído te dejo la liga en la descripción, sobre el niño del tambor o el pequeño tamborilero. Ahora quiero contarte un leve de algo que descubrí en estas semanas y me voló la cabeza. Carol of the Bells, el villancico de las campanas por su traducción, es otro de mis favoritos. No es nada misterioso que me encante porque, si la oyes con calma, tiene cierto dejo sombrío. Y yo soy baby bat, gótica closetera, metalera de audífono. En fin, ¿de dónde le viene este manto oscuro al villancico? Lo primero tiene que ver con la música como la entendemos en occidente. Los primeros cuatro acordes de Carol of the Bells se parecen muchísimo a los que usa el dies irae, el día de la ira, un himno famoso latino que inventó un franciscano y se usa en las misas de réquiem. En otras palabras, Carol of the Bells nos recuerda a la muerte. Y si eso no te basta para pensarle en algo tenebroso, también tiene una historia oscura. Resulta que este villancico en realidad es una canción ucraniana compuesta por Mykola Leontóvych en 1916 llamada Schédryk. La versión original habla de una golondrina que anuncia la primavera. Peeeero en 1921 Peter Wilhousky cambió la letra para que coincidiera con la Navidad y el Coro Nacional de Ucrania la estrenó en el Carnegie Hall. Bueno, esto no suena tan mal. De hecho, la idea de que el Coro la presentara era asentar la identidad ucraniana. Pero Leontóvych se metió en problemas por enarbolar la identidad ucraniana, en el mismo año en el que el villancico sonó en el Carnegie Hall, su compositor fue asesinado por la Chéka, es decir, la proto KGB. Así que cada vez que oigas Carol of the Bells, ahora puedes saber que algo tiene que ver con muerte.Esto me lleva a otra razón para que no te recomiende que te guste la Navidad. En México, de acuerdo con el INEGI, la mayor cantidad de muertes se produce en enero. En el resto del hemisferio norte las cifras son parecidas: en los meses fríos la gente fallece. No es de extrañar saber de personas que la están pasando mal justo en la época que nos mete la felicidad y el disfrute por todos los lugares posibles. Qué difícil es sobrellevar la falta de nuestros seres queridos en estos días.Mi mamá falleció en febrero de 2018. La Navidad de ese año la recuerdo con bastante amargura porque vivía en Londres. Para que nos hagamos una idea, en Inglaterra la media de sol al año es de 61 días. España tiene 300 días de luz. ¿Y México? No hallé cifras porque lo damos por hecho. Pero en invierno en mi terruño hay 11 horas de sol en invierno. Yo no sé lo que es una blanca Navidad. Por tanto, mientras viví en la isla británica casi me vuelvo loca porque: que se te oscurezca a las 3:30 de la tarde no es común para una mujer del trópico, como su servilleta. Además de esa situación climática, así como conté que acá en México nos alimentamos de manera deliciosa, Londres tiene muchas bendiciones y actividades divertidas, pero comer bien no es precisamente su fuerte. Tengan por seguro y les firmo que kamás quiero volver a saber algo del fish n’ chips. Guácatelas. Y ENCIMA DE ESO, en el flat donde vivía existí con encantos de mujeres: una egipcia, una chica de la India, tres chinas. Pero así como eran increíbles, ninguna entendía en serio por qué era tan importante la Navidad para mí. Entre musulmanas y ateas te veas. Fue una época en serio triste: yo sólo quería que mi mamá me hiciera piojito. Sólo sobreviví emocionalmente por dos secretos: vitamina D en pastilla y un viaje invernal a Barcelona. Dios me guarde siempre a los gallegos residentes de Cataluña que me dieron asilo y que me recibieron con el cariño fraterno de una familia latina.No te recomiendo que te guste la Navidad porque eres la impopular entre los amargados. No te recomiendo que te guste la Navidad porque te hace parecer superficial, gastas mucho en regalos y eres proclive a dejarte llevar por publicidad engañosa.Por último, tampoco te recomiendo que te guste la Navidad porque corres el riesgo de pasártela muy bien con los tuyos y de que se te ocurra mandar tu segundo capítulo de pódcast en 25 de diciembre. ¿Quién anda oyendo pódcast en este día? Muchas gracias a quien no le ha apagado al ¿radio? ¿celular? ¿carro?En fin, termino con unas últimas antirrecomendaciones: no te recomiendo meterte a las redes sociales hoy. Ni ver películas de Navidad porque son el cliché más grande de la historia, son predecibles, estúpidas, cursis y el humor es súper plano. Además, si te metes hoy a redes sólo vas a comparar tus decoraciones con las demás y acabarás siendo el cliché de la película Deck the Halls conocida en Latinoamérica como “Una Navidad muy prendida” o “Un vecino con pocas luces” en España y vas a dejar de escuchar la historia tan interesante que cuenta tu abuelo, así la hayas escuchado treinta y cinco veces a lo largo de tu vida. O puedes perderte el chiste que sucede en la cocina. O el drama familiar en el piso de arriba. En otras palabras: hoy, en esta Navidad, celebres el nacimiento de Jesús que sucedió en otra fecha, o no: deseo que estés presente en tu existencia. Porque de eso se trata en parte esta época: de encontrar luz en lo simple, de agradecer a quien te acompaña en la dureza del invierno o te abraza en el verano, ¡porque también hay Navidad en verano en el hemisferio sur! Esta es mi manera de desearte Feliz Navidad y que Krampus no te haya jalado las patas ayer en la noche.Por cierto, ¿recuerdas que di spoiler sobre el tema siguiente en el primer capítulo? ¡Pues ese en realidad es la marca del tercer capítulo! O sea. Demasiada alegría navideña hoy: pero prepárate para el “no recomiendo” de la melancolía y la tristeza que se viene en enero.Muy muy feliz Navidad, que hoy y siempre haya dicha en ti. Recuerda que soy Jennifer McNamara, aka Geeknifer. Recomienda este pódcast a tus amigos y antirrecomiéndalo a tus enemigos. Nos encontramos el próximo miércoles en forma de carta This is a public episode. If you would like to discuss this with other subscribers or get access to bonus episodes, visit geeknifer.substack.com
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    17:39
  • No recomiendo tratar de entender
    Esta es una transcripción, pero creo que se oye mejor, hay que seleccionar el botón de play de arriba.Bienvenidos, bienvenidas y bienvenides a este intento de podcast que he prometido durante ya bastantes años. Mi idea para este espacio es acompañarte durante unos 15-20 minutos, que pienses fuera de la caja y que rías con algo en lo que resulto ser co-no-ce-do-ra: y me refiero a… ¡las porquerías en la vida! ¿Por qué? Bueno, tengo una newsletter que también puedes escuchar llamada Escríbeme pronto donde doy recomendaciones. Este nuevo espacio es el lado oscuro de eso. Son mis antirrecomendaciones. Sobre la vida y sobre productos culturales como libros, música, películas y cualquier otra cosa que se haya creado por el ser humano. Por eso: pásenle a este podcast salido del horno llamado: NO recomiendo.Mi nombre es Jennifer McNamara, conocida en los bajos mundos del Internet como Geeknifer y soy mexicana. Hago esta advertencia porque esta pieza de oralidad seguramente tendrá muchos más modismos que su contraparte newslettera. Me disculpo de antemano porque puedo llegar a ser medio mal hablada. Además de mexicana, soy una filósofa frustrada, escritora todavía más frustrada. Vivo de tratar de entender qué diablos quieren las personas para sus finanzas y crear una solución digital que les ayude con eso. Spoiler: nadie sabe qué chingados hacer con su dinero. Sólo tenemos algo en común todos: quisiéramos que apareciera como por acto de magia en nuestro bolsillo. Esa es la primera cosa que no recomiendo: tratar de entender al ser humano, lo de pensar en que el dinero pueda aparecer en el bolsillo es deprimente, pero nos entretiene. Pensándolo bien, tampoco les recomiendo eso.Volviendo al punto: me explico. Para que vean que sí he tratado de entender a mis pares y por qué no recomiendo tratar de hacerlo. Digo que soy filósofa frustrada porque fui educada entre ingenieros. Tengo la teoría de que mi papá sigue pensando que el hecho de que le saliera una hija con ánimo de filósofa es una de sus mayores decepciones en la vida. Pero el punto es que durante mi crianza, uno de los valores más importantes en mi familia era resolver problemas.Y eso hacen los ingenieros. Al menos los buenos: Resuelven. Que se tiene que llegar al otro lado del río, ellos se inventan un puente. Que nos tenemos que comunicar con el otro lado del mundo, aparece un ingeniero en telecomunicaciones de un hongo que se inventa una solución. En mi casa, si el grifo goteaba, se arreglaba; si el baño se tapaba, se destapaba; si al carro se le prendía una luz en el tablero, se llevaba al taller a ver qué tenía la criatura de cuatro ruedas. Por cierto, no hay nada que active más mi sentido arácnido de obsesiva compulsiva que subirme a un coche con un foquito prendido en el tablero y que al conductor no parezca importarle. Por favor, lleven a sus criaturas de cuatro ruedas al médico de coches si le ven un foquito prendido. Para algo es. Les apuesto que un ingeniero lo puso ahí para algo.Ya ven que me encanta irme por las ramas. La cosa es que, de chica, yo también quería resolver problemas. Entonces empecé a pensar en los problemas que yo tenía en la vida. Y resultó que… pues muchos muchos problemas no tenía. Para mi fortuna y privilegio tenía techo, vestido y hasta libros y juguetes. Pero como el ser humano si no tiene problemas se los inventa, rápidamente mi mente llegó al problema más grande y me pregunté: ¿Por qué estoy en este planeta? ¿Tiene sentido la vida? Y, por supuesto, ¿Quién soy?Pensé y pensé y pensé y no llegué a una solución para estos problemas. Así que le pregunté a las personas a mi alrededor y no me supieron dar respuestas satisfactorias. Uno de mis hermanos incluso acabó pintándose las uñas de negro y se fue a escuchar a Sisters of Mercy de la depresión que le dio. Supongo que no encontrar el sentido de la vida y ser el no-ingeniero en la familia deprime.Me tomé las cosas en serio y empecé a leer para buscar la solución. Obvio, me topé con filósofos que llevaban siglos cavilando alrededor de esto. Todos pensaban cosas distintas, pero de algo me convencí: yo estudiaría Filosofía porque los problemas sin solución más importantes son los relativos al ser humano. Al menos eso es lo que me decía yo. Ya existían puentes e internet pero seguíamos sin saber por qué fregados estamos aquí. Y me di de topes porque rápidamente se me atravesó oootro problema. ¿Dónde iba yo a estudiar Filosofía? Cerca de mí las opciones eran una universidad religiosa privada; otra marxista, del estado; y finalmente una universidad muy cara que no tenía licenciatura en Filosofía pero que tenía algo llamado licenciatura en Humanidades.Me hizo sentido entrar a ese programa porque yo cada vez más me percataba de que la solución al problema del ser humano no siempre estaba tan cerca de la Filosofía sino del Arte y la Literatura incluso. Y ni crean que gran Literatura. Vaya, todos los escuincles potterheads allá afuera esperando su estúpida carta a Hogwarts han sentido mejor que nadie lo que es tener esperanza, una cualidad increíble y misteriosa del ser humano. Tenemos la imaginación para creer en lo que sea, prácticamente: desde Dios hasta magia, pasando por Santa Claus, los reyes magos y… sí, que Harry Potter nos sacará de la miseria. Por cierto, arriba Slytherin, la casa de Merlín. Pero bueno, la licenciatura en Humanidades era una mezcolanza de Filosofía, Literatura e Historia del arte. A mis amigos les gusta decirle “Humanimadres” por algo.Pese a que el programa tenía más de cuatro décadas existiendo, para cuando yo entré, el giro estaba muy cercano a los estudios culturales. ¿Y eso qué es, Jennifer? Bueno, pues es el producto de no encontrar soluciones a los problemas humanos. Los estudios culturales se los inventaron los ingleses porque a mediados de los sesenta se encontraron con un problemón que no se podía abordar desde una sola disciplina. Ese problema se llamó Beatlemanía.Aquí en México desde hace 60 años se transmite un programa de radio llamado “El Club de los Beatles”. Y bueno, Liverpool está a más de 8 mil 500 kilómetros de la Ciudad de México. Sólo para que nos demos una idea de cuán importante fueron los Beatles el siglo pasado en todo el mundo y cómo lo siguen siendo. La cosa es que los ingleses no se podían explicar uno de los fenómenos de masas más asombrosos de la historia. No bastaba la música, la sociología, la antropología o la mercadotecnia. Se necesitaba algo combinado, la liga de la justicia de la ñoñería y la academia. Y de ahí: taráaaan, los estudios culturales llegaron.Otro día les cuento de qué iba a ser mi tesis porque también tenía que ver con música; inspirada por mis ancestros estudiosos, yo quería analizar el capítulo más oscuro en la música más oscura. Peeero citando a Michael Ende, esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión. Ese capítulo se llamará: no te recomiendo hacer tesis. Hoy solamente quiero contarte por qué no te recomiendo tratar de entender a la humanidad.A pesar de que mi carrera me hizo muy feliz, no contaba con que en mi primer día de clases acabaría en una cabina de radio por accidente y azar. Lo que sí supe es que estar enfrente de un micrófono, justo como lo estoy haciendo ahora, me derritió el corazón, para bien, pues. Corte a: la señorita McNamara regresa a sus inicios y trece años después abre un podcast que se trata sobre… absolutamente nada.Quiero confesarles que este podcast casi se llama “Experta en nada” por eso, porque hasta la fecha sigo sin ser especialista en algo, pese a que todo mundo lo recomienda: desde los gurús del marketing que te mandan a buscar una audiencia nicho hasta los protectores del conocimiento que te instan a hacer un doctorado. Pero yo prefiero ver la vida con un crisol de luces. Tengo ánimo renacentista, me fascina la combinación de saberes y disciplinas. Y hablando de no entender a la humanidad, y por tanto no entender-me, para saber el sentido de la vida, le podríamos preguntar a algunos filósofos.Por ejemplo, según los estoicos, como Marco Aurelio o Epicteto el sentido de la vida radica en vivir de acuerdo con la razón y nuestra naturaleza. Vaya usté a saber qué conforma nuestra naturaleza hoy en el siglo XXI pero los estoicos creían que era bueno seguir la virtud. Algo muy parecido también pensaba Sócrates, de hecho.Aristóteles decía que era mejor buscar la felicidad, en realidad él la llamó eudaimonía, que también se logra viviendo en virtud. Platón, por su parte, prefería el orden.Y ya más para acá hay algunas perspectivas muy interesantes. Los utilitaristas como John Stuart Mill o Jeremy Bentham prefieren maximizar la felicidad y minimizar el sufrimiento. Lo cual suena padrísimo salvo porque podrías llevarte entre las piernas a tus congéneres. Un gran ejemplo de esto lo podemos ver en la película El aprendiz, dirigida por Ali Abbasi, que narra los primeros años como emprendedor de Donald Trump. Si no la has visto, esa sí la recomiendo.A mí me gusta la perspectiva de los existencialistas. Jean-Paul Sartre decía que la vida no tiene un sentido inherente y que somos libres y hasta responsables de construir nuestro propio sentido. En cambio, Albert Camus prefería decir que la vida es un absurdo. Pero que vale la pena rebelarse ante la absurdidad y encontrar sentido en nuestras experiencias.Esto me lleva al señor Viktor Frankl, que sobrevivió a un campo de concentración. Después de estar en ese infierno, él decía que el sentido de la vida se encuentra en lo que valoramos, como el trabajo significativo, la manera que enfrentamos el sufrimiento… y claro, el amor.Y también contemporáneo, Thomas Nagel sugiere que aunque la vida pueda parecer absurda, eso no invalida los significados que nosotros vamos creando.La cosa es que… con tantas teorías superpuestas, llego a la conclusión de que hay problemas que no tienen solución. Mi mente ingenieril se quiebra ante esto y quiero llorar desesperada. Pero mi parte artista y mi parte necia saben que aunque no haya solución a un problema, sigue valiendo la pena tratar de encontrarla. Cual Sísifo que lleva su roquita hasta la cima y se le cae, y ahí vamos de nuevo: a ver si ahora sí encuentro el sentido de la existencia.En lo que lo voy encontrando y hablando de echarse a llorar, te doy un spoiler del próximo capítulo. Sólo necesitas pensar en quién dijo la frase: “La desesperanza de la melancolía es a menudo un susurro del deseo”.Para acabar este podcast te dejo una antirrecomendación libresca. Démosle un aplauso al libro que se ganó mi título de: lo peor que leí este año. Y es para La ciudad prometida de Valentina Scerbani. ¡Gracias, Valentina! Porque aunque tu libro tenía una gran premisa: una chica que parece medio secuestrada por un par de tías locas, acabé hartándome del estilo “contemporáneo de la obra”.Aquí un fragmento, para que me creas. Ejem:“Encontré una ciudad y, en el centro, un perro tullido e indiferente salía de entre los bloques que olían a cemento y a soledad. Mordía muerto de hambre una corteza de pan, ¡Largo!, le gritó una mujer con arrugas bajo los párpados, ¡Largo!, podías contarle las costillas, bellamente arqueadas como un acuario cubierto de liquen, tenía las patas flacas y los ojos secos, me convenció de que era el perro más infeliz del mundo, era Nochevieja, y se tumbó en medio de la carretera, sin gimotear, mientras gente gorda salía con carne en bolsas, carne en las mandíbulas, carne bajo el brazo, un perro callejero decidió suicidarse antes de descubrir que existe dios, junto al bloque de dieciséis pisos sobre el que ponía, piso por piso:therewherethesunwillneversetupy yo salté de un muro a una escalera,Hasta aquí.”Qué astro payasada, ¿no? Cabe aclarar que la pieza en inglés está escrita de a palabra por renglón, como si fuera verso libre. No sé por qué algunos escritores contemporáneos aman hacer esto de revolver el lenguaje hasta que no se entienda. Y por eso, no te lo recomiendo nada.Hemos llegado al final de esta emisión, recuerda que soy Jennifer McNamara aka Geeknifer y que puedes mandarle este podcast a tus amigos y enemigos. ¡Nos escuchamos el próximo mes! This is a public episode. If you would like to discuss this with other subscribers or get access to bonus episodes, visit geeknifer.substack.com
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    14:29

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